Monday, January 15, 2007

Españoles construyen en propiedades que fueron devueltas a sus legitimos dueños a la caida del comunismo en Polonia.

Pongo esta nota porque le veo mucha relevancia en el caso de Cuba. La nota resalta el predominio de los españoles en el negocio inmobiliario en Polonia, especialmente en Varsovia, su capital. Dentro de esta actividad española, que encuentro normal y necesaria en Polonia, me llamo la atencion la cita del polaco Piotr (Pedro en español): "Antes sólo podíamos trabajar para el Estado y estaba prohibido hacernos ricos. Pero cuando se terminó el comunismo tuvimos que adaptarnos y aprender a hacer buenos negocios» bromea Piotr, o Pedro, como le gusta que le llamen en español. Hoy conduce un potente Mercedes y viste trajes caros «porque trabajo con antiguos aristócratas que quieren vender las propiedades que recuperaron tras la caída del régimen. Y eso da mucho dinero."
Interesante saber que los Españoles hacen negocio con Pedro que es un intermediario entre los viejos propietarios (antiguos aristocratas)y sus propiedades recuperadas, al mismo tiempo que en Cuba hacen negocios con los ladrones de las propiedades. En este caso, el articulo de El Mundo, sin quererlo, da legitimidad a la venta de las propiedades devueltas a su antiguos dueños despues de la caida del regimen y esto significa que en un mañana muy cercano, los intermediarios en Cuba estaran vendiendo los hoteles españoles a los norteamericanos y no podran protestar.

Esta noticia que nunca se habia dado, al menos en la prensa mundial es significativo. Miemntras que para Cuba piden que no se exijan la devolucion de las propiedades,ocultan que en Polonia se devolvieron esas propiedades a sus antiguos dueños y los españoles se dedican a buscarla para construir en ellas, en este caso, legalmente. En Cuba es lo inverso.

EXPORTAMOS EL BOOM INMOBILIARIO

Ladrillo español para Polonia

UN CENTENAR DE PROMOTORAS INMOBILIARIAS ESPAÑOLAS SE DISPUTAN EL SUELO DE VARSOVIA PARA CONSTRUIR EL MILLON Y MEDIO DE VIVIENDAS QUE NECESITAN. TRAS 40 AÑOS DE COMUNISMO, EL PAIS SE HA CONVERTIDO EN UN NUEVO «CALADERO» TAMBIÉN PARA LAS EMPRESAS LOCALES FUNDADAS POR ANTIGUOS OBREROS POLACOS EN ESPAÑA

JUAN C. DE LA CAL/ NACHO TEMIÑO. Varsovia

El Mundo



El asesor inmobiliario Mario Vidal. / JUAN CARLOS DE LA CAL
La cola daba la vuelta a la manzana. Los había que se llevaron colchones y sillas para aguantar mejor la larga espera de dos días. Su dimensión -más de 4.000 personas en pleno centro de Varsovia- llegó incluso a las primeras páginas de los periódicos. Los polacos no aguardaban para comprar entradas de un partido de fútbol o un concierto. En realidad esperaban ¡para comprar un piso!

Y no barato precisamente. Los 200 ofertados por una inmobiliaria con capital español se pagaron a más de 2.000 euros el metro cuadrado. Los vendedores afirman que hubo 17 compradores por apartamento. ¿Cómo es posible semejante demanda en un país donde los sueldos medios no superan los 500 euros?

«Es que estamos en pleno boom del "cómprese un piso en Varsovia". Aquí hay un déficit de un millón y medio de viviendas. Y eso supone una oportunidad increíble para hacer negocios. Polonia acaba de salir de 40 años de comunismo y la cultura empresarial es muy incipiente. Los nazis exterminaron a los judíos, que eran los que tenían el dinero y los negocios, y ese hueco no se llenó nunca», asegura Mario Vidal, 38 años, asesor financiero onubense que llegó a Polonia hace tres años.

Según Vidal, la rentabilidad media de una vivienda en la capital polaca supera el 40% -cuatro veces más que en nuestro país- mientras que la del alquiler se sitúa cerca del 7%. A rebufo de este nuevo mundo del ladrillo a orillas del río Vístula, un centenar de inmobiliarias españolas ha desembarcado en los últimos años en busca de terrenos donde construir. Su inversión total se acerca a los 1.000 millones de euros.

Sólo en la capital vive un millar de españoles relacionados con el negocio inmobiliario. Y en los vuelos que diariamente conectan Varsovia con Madrid o Barcelona, aterrizan decenas de particulares dispuestos a comprarse lo que sea. «Todos los españoles somos, por naturaleza, inversores inmobiliarios. Aquí llega desde el pequeño funcionario con 200.000 euros para comprarse un par de pisos hasta el torero con varios millones que quiere un edificio entero. Y eso se explica porque el caladero español está casi agotado mientras que el polaco está todavía criando», añade Vidal, casado con Renata, una guapa polaca de 27 años que le ayuda en el negocio.

Cada vez es más habitual que los medios de comunicación polacos recojan los sucesivos récords de los precios pagados por las promotoras españolas. El último fue el que marcó la empresa cordobesa Prasa al comprar 4,5 hectáreas en la ciudad de Wroclaw, para construir viviendas y un centro comercial, por 94 millones de euros. «Es una invasión. Todavía recuerdo a los primeros españoles que llegaron hace tres años: siete directivos de una pequeña empresa llamada Construcciones Juanes que ahora es una de las más potentes del país», afirma el presidente de la Cámara Comercial hispano-polaca, Javier Sosnowski.

Piotr trabajó muchos años como emigrante en España, en el sector de la construcción, y ahora se ha hecho intermediario local con su propia empresa de asesoramiento inmobiliario. «Me gusta trabajar con españoles porque conocen el negocio y saben lo que quieren», asegura. Piotr es un ejemplo de los muchos polacos que aprendieron el oficio en nuestro país en la década de los 80, empezando de albañiles, y se han lanzado al mundo del ladrillo en los últimos años como empresarios, coincidiendo con los cambios políticos y la llegada masiva de constructoras e inmobiliarias extranjeras.

«Antes sólo podíamos trabajar para el Estado y estaba prohibido hacernos ricos. Pero cuando se terminó el comunismo tuvimos que adaptarnos y aprender a hacer buenos negocios» bromea Piotr, o Pedro, como le gusta que le llamen en español. Hoy conduce un potente Mercedes y viste trajes caros «porque trabajo con antiguos aristócratas que quieren vender las propiedades que recuperaron tras la caída del régimen. Y eso da mucho dinero».

Víctor Sánchez, andaluz de 36 años, ha trabajado toda su vida en el mundo inmobiliario. «Empresas como la nuestra están mejorando las condiciones de este país, donde hace falta muchísima vivienda de calidad», asegura con satisfacción, mientras señala algunos solares que han sido comprados por otra empresa española. «Lo vamos a comprar todo», bromea, aunque se queja de que cada vez hay más competencia y es más difícil encontrar buenos terrenos en Varsovia. «Somos muchas promotoras y la demanda supera a la oferta. Hay que negociar muy fuerte para poder comprar porque saben que si tú no lo quieres, tienen otros diez esperando».

ESPECULACIÓN

De esta forma, para Víctor negociar un terreno en Varsovia se ha convertido en algo comparable a un pulso de fuerza, un ejercicio táctico en el que «no se puede ceder ni un milímetro. Ellos te exigen que decidas inmediatamente, sin darte tiempo para comprobar nada, que adelantes dinero casi sin pensar. Algunas promotoras españolas se han llevado más de un susto al comprar terrenos que luego esconden hipotecas u otros problemas».

Varsovia, que ya fue totalmente reconstruida tras la II Guerra Mundial, está sufriendo ahora otra gran transformación. Las grúas rodean todo el centro y se levantan grandes hoteles y edificios acristalados. Casi todos sobre terrenos que ocupaban los antiguos bloques de viviendas al estilo soviético: oscuros, uniformes, con apartamentos de 35 metros cuadrados de media, sin ascensor pero con buena calefacción. Grandes empresas constructoras, como Ferrovial, están levantando el nuevo aeropuerto y realizando infraestructuras de gran envergadura.

«Ya nadie emigra a España. Los que se van prefieren Inglaterra a ganar tres veces más. Sólo los médicos siguen marchándose y se ha creado un problema serio porque faltan especialistas en todas las disciplinas. Ahora están trayendo doctores ucranianos para reemplazarlos. Es lógico: piensa que una secretaria de una inmobiliaria española gana aquí más que un radiólogo», asegura Jose Antonio Estevan, director del centro de negocios que la Junta de Castilla y León tiene en Varsovia.

Y como en todas las invasiones, detrás de los inversores está llegando un ejército de empresas asociadas al sector y otro de particulares a los que les viene bien este movimiento. En el primer caso están los bufetes de abogados, ya que la seguridad jurídica de estos negocios es una de las grandes preocupaciones para los recién llegados. El pionero en plantar su bandera en Polonia ha sido, hace tan sólo unos días, el de Antonio Garrigues Walker, asociado en el despacho con Jaime Fúster y Jacobo Sartorius. La firma contará con un equipo de 15 letrados polacos que entrarán en competencia directa con los bufetes locales en todo lo referente al Derecho del país.

Por otro lado, a José Gómez Moreno, 38 años, el desembarco de las empresas españolas en Polonia le ha supuesto una sobrecarga de trabajo que agradece. Llegó hace una década al país de la mano de su mujer polaca y vive del instituto español de idiomas, Sin Fronteras, que fundó con su familia. Las clases para aprender castellano están abarrotadas -más de 600 alumnos- y la demanda para dar clases de nuestro idioma en empresas polacas crece cada día. Como también la de dar clases de polaco a la multitud de españoles que viven en Varsovia.

«Todos los profesores -una docena en total- somos españoles que emigramos por amor. Nos juntamos con nuestra pareja y, por aventura o necesidad, nos vinimos aquí. Es curioso, pero la mayoría de los polacos aprenden español por placer más que por necesidad», asegura José.

La mayoría de estos españoles están encantados en Varsovia: «Es una ciudad muy segura, con gran oferta cultural», afirma el gallego Santiago Vázquez. «Es un país lleno de oportunidades porque ésto sí que es Europa. En España todas las ideas están cubiertas», apunta el andaluz Antonio Lara. Un sitio, como apunta la vasca Itziar Lanas, «donde, sea por el comunismo o por el catolicismo, todavía quedan valores...».

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