Friday, January 19, 2007

Cuba: el fantasma de la censura

La reaparición pública de antiguos comisarios políticos preocupa a intelectuales

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Jornada,
Mejico


La Habana, 18 de enero. Alarmados por la aparente reivindicación de la censura que privó en Cuba en los años setenta, decenas de intelectuales repudiaron la reaparición abierta de los comisarios políticos de esa época y abrieron un debate único en su tipo en décadas.

La dirigencia de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) dijo en una declaración oficial el jueves que "comparte la justa indignación" de sus afiliados y que "la política cultural martiana, antidogmática, creadora y participativa, de Fidel y Raúl (Castro) fundada con Palabras a los intelectuales, es irreversible".

El texto aludió así al discurso de Fidel Castro ante un auditorio de creadores, el 30 de junio de 1961, que en los últimos años se ha vuelto a difundir masivamente y que en forma convencional se recuerda por este pasaje: "...dentro de la revolución, todo; contra la revolución, nada. Contra la revolución na- da, porque la revolución tiene también sus derechos, y el primer derecho de la revolución es el derecho a existir, y frente al derecho de la revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la revolución significa los intereses de la nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella".

Parte de las fibras sensibles que saltan en esta discusión se debe a que, si bien se reconoce ese discurso como la base de la política cultural del país en las últimas cuatro décadas, también se admite que ha dado lugar a interpretaciones contradictorias.

La Uneac señaló que, para los intelectuales, "fue de la mayor importancia contar desde el primer momento con el más absoluto respaldo de la dirección del Partido (Comunista)".

Las protestas irrumpieron a raíz de una entrevista que hizo la televisión el pasado 5 de enero a Luis Pavón Tamayo, director del ahora desaparecido Consejo Nacional de Cultura (CNC) durante el llamado quinquenio gris (1971-1976).

Pavón ejerció como brazo ejecutor de la política que censuró y condenó a la muerte civil a intelectuales escrutados con parámetros oficiales, que en los hechos implicaban la discriminación de los homosexuales, el rechazo a influencias artísticas occidentales, la negación de la obra de los emigrados o la censura de visiones críticas del presente en el país.

Ex director de la revista militar Verde Olivo, Pavón fue presentado como un personaje de aportaciones valiosas a la cultura nacional, sin mencionar su tarea represiva.

Pero en la misma forma había aparecido el 13 de diciembre pasado el que fuera en la misma época presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Jorge Serguera, quien antes había sido auditor general de las fuerzas armadas, jefe de los tribunales revolucionarios, jefe de destacamentos militares y embajador en Argelia y el Congo.

Los escritores indignados unieron ambas apariciones y recordaron una más: la de Armando Quesada, a cargo del sector teatral en el CNC, quien fue entrevistado a principios de 2006 con enfoques similares a los de Pavón y Serguera.

Protestas y reuniones

Una lluvia de airadas reclamaciones empezó a circular en correos electrónicos hasta formar un dossier, con el cual se presentó la semana pasada un grupo de los inconformes ante Abel Prieto, ministro de Cultura e integrante del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC).

Esa fue la primera de al menos tres reuniones que ha sostenido el funcionario con intelectuales interesados en el caso.

La cita fue "puramente informativa", dijo a La Jornada el dramaturgo, poeta y narrador Antón Arrufat, quien recibió el Premio Nacional de Literatura en 2000, después de haber sido víctima de la represión. "Fue más bien preparatoria" de la segunda reunión, en la cual estuvo presente el actual presidente del ICRT, Ernesto López, también procedente de las fuerzas armadas, y algunos encargados de las emisiones impugnadas.

Los funcionarios de la televisión explicaron la factura de los programas, de tal forma que "nadie parece ser responsable de nada", señaló el dramaturgo. "Fue una farsa, porque hablaron de mecanismos burocráticos para concluir que tienen que seguir investigando".

En la tercera reunión, celebrada el pasado martes, se informó que el asunto había llegado a las manos de Esteban Lazo, encargado de los medios de comunicación dentro del Buró Político del PCC, de acuerdo con versiones de algunos asistentes.

Lazo habría pedido al ICRT que se disculpara frente a la comunidad intelectual, según esas versiones.

La declaración del Secretariado de la UNEAC señaló que, según las autoridades de la televisión, los programas en entredicho "no respondían a una política del organismo y que en su gestación y realización se habían cometido graves errores".

La explosión de protestas tuvo varias consecuencias, además de las reuniones: la organización de un debate sobre la política cultural, la intención de publicar un libro con textos surgidos de este caso, la expansión de las discusiones a la provincia y el comunicado de la UNEAC.

El debate arrancará este mes con la conferencia "El quinquenio gris: revisitando el término", que ofrecerá Ambrosio Fornet, el escritor que bautizó así al periodo de estalinismo en la cultura cubana.

La extensión de la polémica a la provincia se inició esta semana, con un viaje a Holguín (oriente) de dos de los excluidos de los 70 y ahora protagonistas de la revuelta, Reynaldo González y César López, y dos directivos de la UNEAC, su presidente Carlos Martí y el presidente de la Asociación de Escritores, Francisco López Sacha.

El texto de la UNEAC señaló que en las reuniones entre artistas y autoridades "se hizo evidente la necesidad" de que los creadores trabajaran "de conjunto" con la televisión, para promover realizaciones "que expresen las auténticas jerarquías intelectuales y artísticas de la cultura cubana".

Escritores emigrados, como Eliseo Alberto y Abilio Estévez se unieron a la discusión, para compartir la indignación de sus colegas de la isla caribeña. Otros, como Amir Valle, creen que hay que llevar el debate más adelante y depurar responsabilidades a todo nivel.

Sin entrar en detalles, la UNEAC señaló que "desde fuera de Cuba algunos intervinieron con honestidad en la polémica; otros, trabajando obviamente al servicio del enemigo (en alusión al gobierno de Estados Unidos), han querido manipularla y sacar provecho de la situación creada", pero descartó que se pueda ver "en el debate entre revolucionarios posiciones ambiguas, fisuras u oportunidades para su agenda anexionista".

Más que un quinquenio...

Los alcances de ese oscuro periodo de la cultura cubana rebasaron un quinquenio. Su antecedente más conocido es el caso del poeta Heberto Padilla (1932-2000), cuyo poemario Fuera de juego (1968), aunque premiado, fue catalogado oficialmente de "contrarrevolucionario".

El autor fue encarcelado 38 días, tras lo cual hizo un discurso autoinculpatorio ante integrantes de la UNEAC. Vivió aislado hasta que salió al exilio, en 1980.

Su situación provocó una tormenta de protestas en el mundo y marcó la primera ruptura de sectores intelectuales con el gobierno de Fidel Castro.

En 1971 se realizó el Primer Congreso de Educación y Cultura, que formuló la política según la cual debían cumplirse ciertos parámetros para desempeñar empleos o cargos públicos.

Los efectos de la parametración se extendieron hasta bien entrados los años 80. Autores marginados por homosexuales, como José Lezama Lima (1910-1976) y Virgilio Piñera (1912-1979) murieron en el ostracismo. Arrufat pasó nueve años como empaquetador de libros en el sótano de una biblioteca de barrio y esperó 14 años para volver a publicar.

Al amparo de esa política, se hostilizaba como "diversionismo ideológico" el rock, los Beatles, los pantalones vaqueros o el pelo largo en los hombres.

Un debate con el alcance del que ahora está en curso nunca se había producido en Cuba por lo menos en dos décadas, según Arrufat, quien recordó como antecedente una "violenta" discusión a principios de los años 80, originalmente sobre poesía, pero que también puso en el tapete la política cultural en la isla.

Otros autores creen que la discusión sólo se compara con la protesta que derivó en 1969 en la clausura de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), las granjas de reclusión y trabajo forzado para quienes eran catalogados de "inadaptados sociales", como homosexuales o Testigos de Jehová.

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