Monday, November 5, 2007

Óscar Elías Biscet: Un sueño cubano

Oscar Elias Biscet

Cortesia de Noticuba Internacional y enviado por Octavio Dilewis Ibarra


Óscar Elías Biscet: Un sueño cubano

"..Mi sufrimiento es mucho, mucho menor desde que empecé a perseguir
mi sueño de ser libre, pero no sólo para mí personalmente. Si pensara
sólo en mí mismo, sabes que habría estado en libertad desde hace mucho
tiempo, y me habría deshecho de estas inquietantes ansiedades..."

Por Mary Anastasia O'Grady

WSJ/Noticuba Internacional

Lunes, 5 de noviembre del 2007

El médico cubano Óscar Elías Biscet y otras siete personas recibirán
hoy la medalla presidencial de la libertad de parte de George Bush en
una ceremonia en la Casa Blanca. Pero Biscet no estará para aceptar el
honor en persona. Actualmente, como la mayoría del tiempo de los
últimos años, el médico permanece encerrado en una celda en la
paradisiaca isla de Castro.

Puede que a muchos estadounidenses les parezca cosa del pasado las
escalofriantes historias de los gulag totalitarios. Algo que sucedió
en su día durante los oscuros experimentos en la Europa del siglo 20
con el fascismo, comunismo y nazismo. Sin embargo en Cuba, los gulags
y el sufrimiento que traen no han llegado a su fin. La medalla de
Biscet sirve para recordarnos este hecho. Al resaltar la importancia
de su lucha por una Cuba libre, la condecoración también pone de
manifiesto lo que constituye el mayor temor del régimen. No son las
pistolas y tanques de cualquier invasor imperial sino la fe, el coraje
y el inconformismo entre la propia gente del país.

Biscet, de 46 años, es un renombrado pacifista y un cristiano devoto.
El médico ha dicho que se siente inspirado por ejemplos como Martin
Luther King, Gandhi y el Dalai Lama. Si sabemos esto sobre su vida es
gracias a la Coalición de Mujeres Cubano-Americanas, que dice que
documenta todos los hechos que publica sobre prisioneros políticos
mediante testimonios reales provenientes de Cuba.

Durante los más de 10 años que ejerció como médico en los hospitales
cubanos, Biscet empezó a preocuparse cada vez más por las prácticas
abortivas del gobierno. En 1998, cuando trabajaba en un hospital en La
Habana, corrió el riesgo de involucrarse en un estudio clandestino
sobre la administración de un medicamento llamado rivanol, que
provocaba el aborto en casos de embarazo avanzado. La droga se
utilizaba con frecuencia, especialmente en niñas de apenas 12 años,
que, forzadas a dejar sus casas y padres para ir a trabajar a zonas
rurales como parte de su educación, a menudo se "metían en problemas".

El estudio concluyó que el rivanol resultaba muchas veces en partos de
fetos que nacían vivos. Lo que ocurría a continuación horrorizaba a
Biscet, quien después escribió que "se cortaba el cordón umbilical y
que se dejaban a las criaturas sangrar hasta la muerte o se envolvían
en papel para asfixiarlos".

Como consecuencia de su oposición a estas prácticas abortivas, perdió
su trabajo, su familia perdió su casa y el gobierno de Castro envió
unos matones para que le pegaran una paliza. Pero la intimidación no
dio resultado. En aquel entonces ya estaba activamente comprometido
con la resistencia contra el régimen y, tal como ha dejado escrito, su
conciencia no le dejaba dar marcha atrás. Aquellos familiares con la
obra de Biscet dicen que fue un elemento clave en propagar la
importancia y significado que tuvo la visita del Papa a Cuba en 1998.
El régimen tomó nota. Biscet se convirtió en uno de los pocos
disidentes que Fidel Castro ha llegado a atacar por nombre propio en
un discurso a la nación. "Prueba que Biscet realmente irritaba a
Castro", me dijo un defensor de una Cuba democrática.

Entre julio de 1998 y noviembre de 1999, Biscet fue encarcelado
arbitrariamente en 26 ocasiones. Durante esas detenciones, fue
retenido durante días en celdas sin ventanas o colocado en áreas
dedicadas a los criminales violentos o mentalmente enfermos. En
febrero de 2000 fue juzgado y sentenciado a tres años de cárcel por
organizar una conferencia de prensa para anunciar una marcha pacifista
durante la Cumbre Ibero-Americana en La Habana en 1999. En el telón de
fondo de la conferencia había dos banderas cubanas colgadas al revés,
como símbolo de protesta contra el gobierno por su violación de los
derechos humanos. En su segundo juicio, fue condenado por "deshonrar
los símbolos nacionales, desorden público y por incitar comportamiento
delictivo". Fue enviado a una prisión de máxima seguridad a unos 725
kilómetros al este de la capital cubana, dificultando así las visitas
familiares.

El sistema de prisión por motivos políticos no sólo está estructurado
para castigar la disensión, sino también para forzar la
"rehabilitación" del preso. Los cautivos que se rinden, admiten el
error de sus ideas políticas y suplican perdón, a veces consiguen
salir de la cárcel. Pero Biscet no es uno de esos prisioneros.
Mientras cumplía su sentencia de tres años, incrementó la intensidad
de su resistencia, llevando a cabo huelgas de hambre y exhortando la
liberación de los prisioneros políticos. El régimen respondió
colocándolo de nuevo en régimen de aislamiento o entre reclusos
peligrosos. Le denegaron las visitas y el tratamiento médico y le
confiscaron su biblia.

A finales de octubre de 2002, Biscet fue puesto en libertad para luego
volver a ser arrestado 36 días después cuando se estaba preparando
para reunirse con otros defensores cubanos de los derechos humanos. En
abril de 2003, fue sentenciado en un juicio sumario junto a otras 75
personas que fueron arrestadas en la ahora famosa operación de marzo
de 2003 contra la disensión. Biscet recibió una sentencia de 25 años
por "actuar como un mercenario de un estado extranjero". La Coalición
reporta que entre noviembre de 2003 y enero de 2004 Biscet fue
retenido en una celda subterránea como un criminal convencional y que
perdió unos 20 kilos.

El tiempo que ha pasado en solitario tampoco ha sido menos inhumano.
En su descripción de la celda, el médico cuenta que era de dos metros
cuadrados y que no tenía ni agua ni ventanas. Un agujero en el suelo
servía de sanitario y estaba lleno de bichos. Una de sus reclusiones
en ese espacio duró 42 días. Biscet dice que el "gobierno cubano me ha
torturado durante ocho años, tratando de volverme loco". Tal vez lo
más doloroso para el preso es que su esposa ha sido despedida de su
trabajo como enfermera y es continuamente hostigada por el Estado.

Biscet dice que el régimen le ha ofrecido la libertad si accede irse
de Cuba. Pero él se niega. En una carta de abril de 2007 a su esposa
Elsa le explica la razón: "Mi sufrimiento es mucho, mucho menor desde
que empecé a perseguir mi sueño de ser libre, pero no sólo para mí
personalmente. Si pensara sólo en mí mismo, sabes que habría estado en
libertad desde hace mucho tiempo, y me habría deshecho de estas
inquietantes ansiedades. Pero quiero ver al hijo de mi amigo, al hijo
de mi adversaria y a cualquier ciudadano reírse felizmente por la
satisfacción en sus vidas y disfrutando de la riqueza de la libertad
porque es la única manera en que el talento humano alcanza su máximo
esplendor..."

Leyendo estas palabras, me parece difícil pensar en alguien que más
merecedor de ganar la medalla.

Nota: Envie por favor sus opiniones a la columnista Mary Anastasia
O'Grady: O'Grady@wsj.com


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