Paraguay, Miércoles 07 de Noviembre de 2007
Editorial
ABC
Se debe levantar en Cuba el embargo de las libertades
La Asamblea General de la ONU emitió una resolución por la cual pide a los Estados Unidos poner fin al embargo comercial y financiero sobre Cuba. Se trata de otra muestra más de la incoherencia y el doble discurso del organismo internacional, ya que la resolución tiene mucho más de tinte ideológico que la búsqueda de la justicia internacional. Como dijo Oswaldo Payá, luchador por la libertad de Cuba, la ONU “nunca pidió respeto de los derechos humanos y las libertades” en la isla, o Marta Roque, otra activista cubana, quien señaló que “el primer embargo que se debe levantar es el embargo político, social y económico del gobierno contra el pueblo cubano”. La comunidad internacional no puede estar cerrando los ojos ante atrocidades cometidas por un régimen como el de Fidel Castro.
La Asamblea General de las Naciones Unidas, con el respaldo del voto de 184 países y cuatro en contra, emitió una resolución por la cual pide a los Estados Unidos poner fin al embargo comercial y financiero que pesa sobre Cuba desde el año 1962. Se trata de otra muestra más de la incoherencia y el doble discurso de este organismo internacional, que desde su creación luego del fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), no fue capaz de estar a la altura de su cometido cumpliendo los grandes objetivos que se trazó inicialmente, y que se puede simplificar en la defensa y el fomento de las libertades, la búsqueda de la paz mundial y el desarrollo económico y social de los pueblos.
A primera vista pareciera indicar que el pedido de levantamiento del absurdo embargo comercial y financiero aplicado por los Estados Unidos contra Cuba –a causa del régimen dictatorial imperante en la isla y porque en su momento significó un grave riesgo para la seguridad de ese país a raíz del emplazamiento de misiles en su interior–, es lo que se ajusta a los grandes ideales de la ONU. Sin embargo, a poco de analizar se advierte que el pedido de levantamiento del embargo –por más injustificado que este sea–, tiene mucho más de tinte ideológico que la búsqueda de la justicia internacional. En efecto, por un lado el embargo no le produce mayor perjuicio a Cuba dado que no le impide comerciar con otros países y ni siquiera con empresas y personas del mismo Estados Unidos, por lo que mal se podría sostener –como suele decir el comandante Fidel Castro– que es la causa de la miseria generalizada de la isla. Resulta claro que la Asamblea de la ONU, ante el dilema de condenar a Cuba por la vigencia de un sistema político totalitario donde reina la clausura política, sin comicios libres y con permanentes graves violaciones de los derechos humanos, y por otro lado impugnar el embargo, optó por una decisión con un claro matiz ideológico, dando un espaldarazo a la siniestra dictadura de Fidel Castro.
Así lo resaltan luchadores por la libertad y disidentes en el exilio opositores al régimen cubano. Por ejemplo, el conocido Oswaldo Payá señaló que “la Asamblea de la ONU nunca pidió respeto de los derechos humanos y las libertades” de cientos de presos políticos que hay en Cuba. O como sostiene una de las mujeres activistas cubanas, Marta Roque, el pedido de levantamiento de embargo carece de toda importancia y que “el primer embargo que se debe levantar es el embargo político, social y económico del gobierno contra el pueblo cubano”. Nadie ignora que Cuba sigue siendo una gran cárcel y no hay razones para suponer que habrá cambio, a menos que se produzca una transformación violenta.
Esta cínica resolución de las Naciones Unidas confirma también que la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales de las sociedades le tienen sin cuidado a la organización mundial. Ahí está, por ejemplo, el ejemplo de Taiwán, donde 22 millones de habitantes de esa isla asiática reclaman anualmente a las Naciones Unidas el reconocimiento de su territorio como país soberano, como verdaderamente lo es en la práctica, pero los intereses creados –económicos y políticos– que prevalecen para las grandes potencias siguen haciendo que el organismo mundial ni siquiera incluya en su agenda de sesiones el tema taiwanés, como ocurrió recientemente. En cambio Cuba, cuyo sanguinario gobierno hace tabla rasa de todos los derechos vigentes en los países libres y democráticos, recibe el apoyo de la ONU.
La comunidad internacional no puede estar cerrando los ojos ante atrocidades cometidas por un régimen sanguinario como el de Fidel Castro y dándole su apoyo sin exigirle a cambio el respeto por los derechos fundamentales de sus habitantes, al tiempo de condenar a otros países como Taiwán, cuyos habitantes viven y progresan en absoluta libertad.
Si las Naciones Unidas no cumplen el rol para el que fue creado, irá minando cada vez más su ya pálido prestigio.
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