Wednesday, December 19, 2007

Nefasto con Carlos y punto

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) -

19 de dciiembre de 2007

Nefasto con Carlos y punto

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press


LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Los aportes de la Cuba revolucionaria al crecimiento demográfico internacional son relevantes.

Que un país tan pequeño y con un nivel de vida tan elevado no exporte sólo locos, bandidos y proxenetas por montones, si no también altos oficiales, famosos escritores y artistas, talentos deportivos, dirigentes de cualquier tipo, segurosos, opositores, y sobre todo, níquel y malanga japonesa, hablan muy bien de nuestro espíritu solidario y productividad.

Bastaría una simple mirada desde Haití a Senegal, desde Barbado a Katmandú para conocer la presencia de cubanos en cada rincón del planeta.

Y no sólo en misiones barrio adentro, Sí, se puede, y en guerritas mediáticas o trapaleras, pues también aportamos (por fuga o por sorteo) miles de médicos-cocineros, ingenieros-floristas, científicos en balsas, licenciados vende fritas, entre otros profesionales apenados de recibir tan buenos salarios y atenciones.

Si todos saben que es así, yo me pregunto: ¿Alguien puede dudar que seamos el único país del mundo que ha propiciado a otros (sin que medie ningún tipo de interés o convenio de colaboración), equipos nacionales de béisbol, escuadras de boxeo, compañías de danza, red de espías y orquestas, por sólo citar los de mejores posibilidades para huir o colarse?

¿Existe algún obtuso comunista que cuestione nuestra probidad en inundar también de mano de obra barata el universo? ¿Piensan que agotamos nuestras reservas éticas dispuestas a emigrar en cuanto se presente la próxima oportunidad individual o la estampida?

De ser así, cuente hoy los vecinos de la cuadra, los compañeros de trabajo, los artistas, dirigentes, deportistas y locutores que salen por la televisión o gritan desde una tribuna. La próxima semana, haga un recuento y verá como descuarijingados, hecho polvo, tan estancados y sin futuro como la economía, la política y la sociedad, aún aportamos personal calificado a cualquier país de la tierra.

Lo nuestro es ayudar al prójimo y a los gobiernos de otras latitudes. No porque pensemos que del otro lado del océano se viva bien, si no, que en cuál parte alejada de nuestro infierno se vive mejor.

Mientras tanto, nuestros Comunistas del Último Día (luego de una fuga vertiginosa) van tapizando con su carné del partido las lozas de todos los aeropuertos del mundo.

Atrás quedan sus muelas patrioteras, sus llamados a conservar la identidad, los logros de la revolución, pues cuando tienen una oportunidad se quitan el maquillaje que les obligaron a usar desde la cuna.

Miremos si no a Carlos Otero, quien mientras esperaba que le llegara su hora Para bailar, tuvo que ubicarse Justo al Medio durante muchos años, y vivir de un Sabadazo que le permitiera poner punto final a sus genuflexas actuaciones, pese a que juraba decir la verdad, solo la verdad, y nada más que la verdad.

Y así es como debe comportarse un comunista que detesta la lobreguez de un calabozo, el plan pijama, o un empleo como domador de cucarachas en una trapishopping.

Los cubanos somos amantes del bolero por tradición y decreto, y nos identifica aquel que dice: “Miénteme más, que me hace tu maldad, feliz”, justo cuando aguardamos por el tema musical de Fuga de la Prisión.

Es decir, que un cubano que se respete no puede ser honesto. Jamás puede decir su verdad al enemigo, ya que puede hallarse oculto en un espejo, el beso de una ninfa, la suela de los zapatos, una croqueta explosiva, los ojos del vecino, un apretón de mano, y tantos sitios más desde donde se vela por los Actos contra la Independencia o la Territorialidad Integral del Estado, que puede ser un simple estoy de Cuba hasta el cuello.

Ante una realidad tan incuestionable, sólo queda decir: gracias, Carlos Otero, por abrirle los ojos a quienes aún dudan de que la escena nacional cubana está llena de actores. Los que te seguirán, hoy te saludan.

Eso te lo aseguro yo, Nefasto “El apuntador del teatro”

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