Juan González Febles
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Los gusanos rojos salieron de Cuba por la puerta natural del permiso o la deserción. Todos lo hicieron de forma ordenada y segura por aeropuerto internacional. Mientras vivieron en la Isla no la pasaron mal. Nunca se señalaron lo suficiente como para que se desconfiara o alguien se fijara en ellos. La vocación para disentir la encontraron fuera de la Isla y del alcance de la policía política.
Los gusanos rojos, al buen recaudo de la distancia, consiguen pensar en lo mejor para la tierra y la gente que dejaron atrás. Se sienten investidos por la gracia divina del perdón y miran con desdén a los que llaman extremistas. Se creen poseedores de la correspondencia exacta y la imparcialidad absoluta de las cosas.
En la actualidad, la mayoría es raulista. Mantienen una extraña confianza y conocimiento sobre lo que hará o no el hermano menor de Fidel Castro. También tienen una reconocida suerte o habilidad para estar cerca del dinero y la buena vida. Por eso ven clarividentes, errores y miserias Cuba adentro, que explotan para su provecho, desde lejos.
Los comunistas de derecha, por su parte, son comunistas contentos y resignados de que jamás tendrán que gobernar. Prefieren que así sea. Pero les gusta andar cerca de la mascada. Algunos están unidos por lazos de sangre o afinidad con las familias de la corte. Casi todos han estudiado en universidades extranjeras. Las universidades de la Isla les quedaron estrechas.
Como no resisten el calor, la gente y las privaciones, no residen en Cuba y en la distancia, escriben para páginas digitales izquierdistas. De esas pagadas con el dinerito de la 'reserva' del jefe. Siguen en la nómina y con ellos La Habana verdeolivo puede contar. Creen a pie juntillas en los valores familiares. Son hijos bendecidos y perdonados de papá, disponen de posición y negocios pagados por este. Cuando hacen una critica, la hacen sin afectar la mano que mueve la cuna y alimenta. Mantienen una comprensible alianza con los gusanos rojos.
Los gusanos rojos viven pagando su deuda de no haber sido suficientemente revolucionarios. Pero casi todos tienen una obra aportada a la obra mayor de Fidel Castro. Esto les sirve de alivio. La alianza entre los gusanos rojos y los comunistas de derecha se hace palpable en los finales. A ambos los lastra el complejo de culpa por disentir en plaza sitiada. De una forma u otra tratan de hacerse perdonar.
El elemento que les aglutina con los arios verdeolivo es la percepción común de atroces y apocalípticas venganzas para cuando el castrismo se venga abajo. También comparten temores por una futura confrontación racial, existente sólo en el espacio estrecho de sus cabezas.
Con su forma peculiar de enmendar todo, necesitan chivos expiatorios para culpar y de camino exonerar a los intocables y exonerarse a si mismos. Para ellos, el Ministerio del Interior no es una organización antisocial o criminal. Allí también hacen sus discriminaciones. Los chivos expiatorios sirven y mandan en las prisiones y la policía. El resto cumplió con su deber y obedeció órdenes.
Los especialistas de la inteligencia y la contrainteligencia y los médicos y personal paramédico del Ministerio del Interior son oficiales honorables. ¡Que cosa! Pero así son ellos.
Tanto los gusanos rojos como los comunistas de derecha terminan inexorablemente como agentes de Raúl Castro. Unos más voluntariamente que otros. Pero a fin de cuentas, sirven.
La confusión que vive en sus cabezas les hace soñar con utopías. Pretenden revolución y castrismo sin miseria y escasez. Pretenden preservar el status quo de la Isla, sin presos políticos ni represión. Como si fuera posible.
La buena noticia es que aman con intensidad la vida. Una vida para vivirla en medio de las condiciones y garantías del primer mundo globalizado. La mala noticia es que, mientras tanto, ven y escuchan la Mesa Redonda a escondidas.
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