Wednesday, September 30, 2009

Hilda Molina en Buenos Aires





¿Qué otra cosa puede decirse de un régimen que reserva sus instituciones médicas
para los dólares capitalistas en nombre de la abolición del capitalismo y que
durante quince años, en nombre del anti-imperialismo, impide que una dama
traspase las fronteras para reunirse con su hijo? Sí, una farsa perfecta.



ÁLVARO VARGAS LLOSA
Martes, 29-09-09

HACE semanas, Hilda Molina, neurocirujana delicada y de voz suave, consiguió una improbable victoria contra el titánico régimen de Cuba cuando pudo abandonar La Habana para reunirse con su hijo y sus nietos en Argentina. Escuchando su historia en un restaurante de Buenos Aires, se me ocurre que la medida de la satrapía caribeña no está en cómo trata a sus enemigos sino a sus hijos.
Hilda fue la primera neurocirujana de su país. En 1989, fundó el Centro Internacional de Restauración Neurológica. La institución llamó la atención; a comienzos de los 90, era lo suficientemente prestigiosa en la comunidad científica como para que Fidel Castro la utilizara políticamente. El partido presionó a Hilda sin tregua para que se convirtiera en diputada de la Asamblea Nacional, actividad «extremadamente aburrida» porque de ella y sus colegas «lo único que se esperaba era que aplaudiéramos». Colaboró, afirma, en aras de su «vocación científica».


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