¿Qué otra cosa puede decirse de un régimen que reserva sus instituciones médicas
para los dólares capitalistas en nombre de la abolición del capitalismo y que
durante quince años, en nombre del anti-imperialismo, impide que una dama
traspase las fronteras para reunirse con su hijo? Sí, una farsa perfecta.
ÁLVARO VARGAS LLOSA
Martes, 29-09-09
HACE semanas, Hilda Molina, neurocirujana delicada y de voz suave, consiguió una improbable victoria contra el titánico régimen de Cuba cuando pudo abandonar La Habana para reunirse con su hijo y sus nietos en Argentina. Escuchando su historia en un restaurante de Buenos Aires, se me ocurre que la medida de la satrapía caribeña no está en cómo trata a sus enemigos sino a sus hijos.
Hilda fue la primera neurocirujana de su país. En 1989, fundó el Centro Internacional de Restauración Neurológica. La institución llamó la atención; a comienzos de los 90, era lo suficientemente prestigiosa en la comunidad científica como para que Fidel Castro la utilizara políticamente. El partido presionó a Hilda sin tregua para que se convirtiera en diputada de la Asamblea Nacional, actividad «extremadamente aburrida» porque de ella y sus colegas «lo único que se esperaba era que aplaudiéramos». Colaboró, afirma, en aras de su «vocación científica».
Lea articulo completo en el siguiente enlace: Hilda Molina en Buenos Aires
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