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Un estado de ánimo entre escéptico y confiado parece permear a esta sociedad urgida de cambios, que no ha perdido su sentido del humor a pesar de todas las escaseses.
Un cambio inminente estaría a punto de ocurrir en Cuba: después de casi medio siglo de liderazgo indiscutible, reconocido mundialmente, expertos coinciden en que el ron Havana Club podría ser desbancado por el ron Santiago, un joven pujante y con bouquet, con once años de añejamiento, una delicia para el paladar, similar al memorable Matusalem. Además del ron, otras transformaciones menos visibles están sacudiendo a la isla, que en un ambiente relajado en este cálido invierno de 30 grados elegirá hoy, junto a sus autoridades provinciales, a los 614 representantes de la Asamblea Nacional (Congreso unicameral) que en un plazo de 45 días se reunirá para escoger al nuevo gobierno.
Un estado de ánimo entre escéptico y confiado parece permear a esta sociedad urgida de cambios, que no ha perdido su sentido del humor a pesar de todas las escaseses, entre ellas la de la papa, que se adquiere a través de un sistema clandestino de distribución. Cada día, la policía peina las calles habaneras en donde algunos "viene viene" tropicales alternan su ocupación con el suministro enmascarado del divino tubérculo, a razón de unos 2 dólares (50 pesos cubanos) por java (kilo). Los detiene, se los lleva, ellos pagan una multa y regresan al mismo punto como si nada, con su camiseta roja sin mangas y las letras en blanco: "Parqueadores de La Habana". Para ejercer acomodando autos, dicen, pagan al Estado 300 pesos al mes, equivalente a casi un salario mensual promedio, que es de 400 pesos (menos de 40 dólares) y que no alcanza para nada.
Desde su nueva trinchera de combate, en un lugar desconocido de la capital que bien podría ser el mismo Palacio de la Revolución, un debilitado Fidel Castro, a quien décadas de pertinaz combate antiimperial le estarían pasando la factura, mantiene intacto como buen gallego su obstinado rechazo a cualquier cosa que para él huela a capitalismo, en una postura que, para cualquier ama de casa, "confunde consumo necesario con consumismo".
Una expresión que oí en el mercado, "yo me voy a morir siendo de izquierda, yo no quiero el capitalismo y sé todos los beneficios de la revolución, pero esto es una mierda", resume algunas de las críticas que hicieron más de 5 millones de cubanos, la mitad del país, entre octubre y noviembre pasado, en una especie de referendo convocado por el general Raúl Castro, pragmático y estratégico como buen militar. "¿Por qué 20% de la salud pública funciona, porque es para la élite, y el resto, donde va el pueblo, es un desastre"?, "¿por qué los cubanos seguimos siendo ciudadanos de segunda, sin poder entrar a hoteles y centros turísticos?", "¿por qué no se puede salir libremente del país y volver a entrar cuando uno quiera, sin perderlo todo en Cuba?", son algunos de los cuestionamientos que la gente elevó al general.
La Habana/Irene Selser, enviada
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