Diario Informacion
Tendemos a dar cierta credibilidad a lo que dicen los actores y escritores sobre temas políticos. Existe una cierta absorción de principios cuando hablan los actores o escritores de prestigio. Experimentamos cierta comprensión a las palabras de gente que ha triunfado en sus quehaceres artísticos. Como si lo que tuvieran que decir sobre la democracia, los derechos humanos y la dignidad tuviera mayor pábulo por el hecho de ser famosos. Por el hecho de ser unos genios en sus profesiones artísticas.
Javier Bardem es para mí el mejor actor español en estos momentos. Es un auténtico placer verlo actuar. Lo borda. Le pongas el papel que le pongas lo encarna que da miedo por creíble. Pero mira por donde pontifica sobre la Cuba actual. Comparte con nosotros las ideas del fascista, dice él, de Aznar. Las opiniones políticas de Javier Bardem, entonces, tienen la misma credibilidad que las del Oso Yogui o las de la Abeja Maya. Me explico. Que ser un gran actor no le da garantía ni de demócrata ni de decente.
Aquí se tiene uno que poner en el bando de los demócratas, con todos los colores posibles, o en el otro. El otro es el de los dictadores. Que es muy sencillo. En democracia se vota libremente, se concurre a las elecciones libremente, se expresa uno libremente, se reúne libremente. Libremente. Por eso, si alguien apoya al régimen de Fidel Castro en Cuba, bajo la perspectiva de no sé que avances sociales, no es demócrata. Que no dé lecciones de democracia o acuse a presidentes democráticamente elegidos de fascistas. Aunque el presidente, elegido democráticamente, sea un impresentable. Es más sencillo de lo que parece. Estoy en contra del embargo a Cuba porque sólo hace doble daño a una población bajo el yugo de una dictadura y bajo el ayuno obligatorio de un cierre fronterizo. Y estoy radicalmente en contra de todo sistema totalitario. Me asquean las dictaduras. Por eso, los actores que alaban y compadrean con esos regímenes me merecen al respeto de los dibujos animados.
Que García Márquez es un genio de la literatura no ofrece discusión o duda. Que no es un demócrata también. ¿Bajo qué criterios puede ser un demócrata alguien que apoya a Fidel Castro? Estar en contra del Imperio Americano, como dice el chuflas de Chávez, no nos coloca al lado de los dictadores. ¿De qué vais escribientes? Para ser demócrata tienes que maldecir a todas las dictaduras. Ni una buena. Ni una a salvo. Si escribe de ficción, me enamora su literatura. Si opina de política, prefiero a Mortadelo y Filemón. Son más demócratas.
Y ahora Manuel Fraga. ¿Pero esto de qué va? Defender la dictadura deleznable y sangrienta del dictador Franco bajo la dinámica de «un orden» o como dijo un ministro del dictador «porque hizo muchos pantanos», no merece sino que reprobación. Se es demócrata si se es digno de denostar y maldecir todas las dictaduras. Franco, no. Pinochet, no. Fidel Castro, no. Se entiende o hay que leer más. Ya está bien de visitillas del genial cineasta Oliver Stone al dictador Castro. Grandes películas las suyas pero angustia vital escucharlo defender la dictadura castrista.
La Memoria Histórica no funcionará porque funcionará cuando no quede nadie que vivió aquellos cuarenta años de repugnante falta de libertad. Porque mis abuelos, los dos comunistas que ya no están conmigo, desearon la libertad y la decencia. El votar fue su necesidad. Lo pudieron hacer después de cuarenta años de «orden y pantanos». En la medida en que interiorizamos los mensajes de personajes que nos fascinan por su brillantez artística, deberíamos separar sus ideas y comentarios de sus actuaciones. No hace a Bardem peor actor lo que dice. Tampoco mejor. Es un número uno. No me hace moverme de lo que pienso de él como actuante artístico. Sus opiniones políticas las encuadro en esa parte del cerebro que todos tenemos para librarnos de la reflexión. La disonancia cognitiva. Elimino lo que dice a favor de Castro voluntariamente. Porque no me aporta nada a su excelente carrera artística. Solemos emocionarnos con las actuaciones artísticas o con la brillantez de sus obras y no deberíamos ser partícipes de perder ese hilo conductor que es la emoción que nos produce el arte. Aunque ese arte, a veces, lo produzcan gentes que al hablar nos muestren las más inhóspitas de las reflexiones. Para ser demócrata será imprescindible ponernos en primer lugar en contra de todos los sistemas políticos que no dejen que la libertad fluya, expresada en la libre voluntad del pueblo sin coacción. Luego podremos decir que algún gobernante es un pelele, un bigotes, un pesao. Pero libremente lo mandaremos a su casa o a dar clases a una Universidad americana (Aznar). O si me ponen, lo podremos mandar a León (Zapatero), o a su registro de la propiedad en Santa Pola (Rajoy). Pero no me hablen de las maravillas de las dictaduras, sean del color que sean. Que para dibujos animados Pedro Picapiedra o los Lunnis me ponen más. Democracia sí. Dictadura no.
Francisco Sánchez es director en Elche de la Universidad CEU Cardenal Herrera.
1 comment:
Los sátrapas no lo son por principios, los principios proclamados son el arma de convicción para los tontos seguidores. Los dictadores tienen una sola doctrina: Poder a cualquier costo. De cretinos está lleno este mundo y muchos saben como aprovecharse de ellos. Por sus frutos los conocereis, abuso de poder, crimenes y malversaciones con el nombre de "seguridad para la patria" es la marca de los villanos. La historia no perdona, todos los tiranos la tratan de cambiar pero la verdad siempre sale a relucir con la experiencia.
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