Experimentados camaleones
Hasta mediados de la década de los ochenta, se les podía encontrar a todo lo largo del territorio nacional. Durante un cuarto de siglo, su presencia se impuso, eran agresivos y exhibicionistas. Parecían absolutamente convencidos. Optimistas impermeables a cualquier desánimo, tenían siempre a mano el argumento preciso para salirle al paso al derrotismo, al comentario tendencioso del “enemigo”. Los caracterizaba una sonrisa arrogante como preludio a sus respuestas, un aire didáctico lleno de superioridad y una mirada entre despectiva y piadosa cuando prodigaban su claridad entre los confundidos. A veces se mostraban sorprendidos, asombrados de que existieran personas que no comprendieran que el futuro luminoso estaba a punto de llegar y de imponerse.
Ahora algunos de ellos–como experimentados camaleones– se han metamorfoseado y estudian las reglas del marketing para aplicarlas en las empresas mixtas con capital extranjero donde ocupan cargos de gerentes. Tienen el olfato fino para oler los cambios inevitables que vendrán. Cuando se quedan a solas con alguien excluido y crítico –como yo– nos palpan el hombro mientras nos dicen al oído “estoy contigo”. De esa y otras maneras, los oportunistas creen que se reservan un lugar en el mañana, donde planean llevar la máscara que haga falta con tal de seguir beneficiándose.
La trasmutación de esta especie, que depredaba a quienes tenían un pensamiento diferente, ha contribuido a un leve mejoramiento en el clima espiritual de la nación. Ante la paulatina desaparición de los inquisidores, los herejes van ganando confianza, lo que no significa que se hayan apagado las hogueras. Las instituciones represivas siguen intactas, la diferencia es que ahora están faltos de argumentos y solo puede esgrimirse el deseo de mantenerse en el poder, no ya como una clase social que pugna por reivindicar sus derechos, sino como una casta, un clan familiar que defiende sus intereses.
Octubre 5th, 2009 Categoría: Generación Y 917 comentarios Imprimir
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