Este articulo es del Blog "Generacion Y" de una joven cubana que vive en Cuba.
Foto de Yoani Sanchez autora del blog GeneracionY
Metáfora de estos tiempos
Esta es la historia de un edificio –modelo yugoslavo- que fue construido en los años 80 por ilusionados microbrigadistas. Estrenaron sus casas y con ellas un montón de nuevas experiencias que le cuelgan al hecho de tener un techo propio (muy pocos de la “Generación Y” hemos experimentado tal sensación). Aquellos constructores improvisados tuvieron que trabajar entre cuatro y siete años para tener su apartamento y posteriormente pagar una cuota, que al cabo de veinte años, les dio la posibilidad de un título de propiedad.
En este edificio que les cuento ya todos los jefes de núcleo son dueños de sus casas. Pasaron de los sueños del constructor -deseoso de habitar un espacio- a las frustraciones del limitado dueño de una propiedad a medias. Lo que alguna vez fue un ejemplo del auge constructivo que se nos prometió, resulta ahora una ruina moderna; metáfora de la inmovilidad y declive de estos tiempos.
Desde hace cuatro años nadie ocupa la plaza de “encargado” ni de “limpia-pisos”, pues el salario no resulta estimulante y los catorce pisos, con largos pasillos y escaleras, demandan demasiado trabajo para tan poco dinero. El ascensor sobrevive gracias a los conocimientos de algunos vecinos que en estos años se han visto en la disyuntiva de aprender algo de mecánica o subir por las escaleras. La bomba de agua, por su parte, también tiene su equipo de “bombólogos” que la reparan cada vez que falla. La autogestión logra que no se desmorone el edificio, pero no puede mantenerlo estable.
La cercanía a la Plaza de la Revolución hace que este bloque de catorce pisos esté en “zona congelada”, de ahí que los apartamentos que se vacían van a parar a manos de miembros de las FAR o del gobierno. Las rejas proliferan y algunos vecinos se turnan para limpiar los pasillos de sus pisos o los escasos metros frente a la puerta de sus casas. Las áreas sociales sufren de la indeferencia motivada por una forma de propiedad que no deja claro a quién pertenece. En teoría se trata de zonas comunes en manos de todos, pero en la realidad esta comunidad de 144 apartamentos no puede decidir qué hacer con ellas.
No se puede -por ejemplo- abrir una necesaria cafetería para recaudar fondos que se inviertan en el propio edificio. También está vedada la posibilidad de acceder a un comercio mayorista donde adquirir los cientos de metros de tubería que son necesarios para paliar los abundantes salideros. Los vecinos deben esperar que el Instituto de la Vivienda destine fondos para su necesaria reparación.
Entrampados en un mecanismo vertical y burocrático los ilusos microbrigadistas de ayer ven que a su sueño se le cae el repello, se le oxidan las cabillas y se le destiñe la pintura. Sus hijos no arrastran la epopeya de la construcción y el montaje de las piezas prefabricadas, así que les resulta distante la “preocupación de los viejos”. Los más jóvenes se burlan cuando sus padres les cuentan las historias de la grúa o el andamio y concluyen, con el pragmatismo de esa edad: “¿Tanto sacrificio para esto?”
Comentario de Yoani Sánchez
La Habana, 24 de agosto de 2007
_____________________________________________________________________________________
Los lemas de la inacción
Cada vez se escucha con más frecuencia aquello de “no cojas lucha” dicho a todo el que quiera plantar cara a lo que no le gusta. Las expresiones de “te va a dar un infarto”, “no le hagas caso” o “con eso no vas a lograr nada” parecen llevarse los primeros lugares en la fraseología popular. Un extendido llamado a la inacción, en nombre de una supuesta higiene mental -que no es tal- se sigue adueñando del accionar de los cubanos.
Como un “bicho raro” parece el que se queja o demanda sus derechos, mientras detrás del silencio se esconde el temor a meterse en problemas. Escasea la solidaridad con el que protesta en una cola, pues el resto de los usuarios teme perder la posibilidad de comprar o adquirir el servicio que tanto tiempo les ha tomado.
Lo más irónico es que frecuentemente el mismo que te impide hacer algo, busca tu complicidad y tu silencio. Eso me pasó hace poco cuando intenté acceder a Internet desde un punto telefónico de ETECSA ubicado en la Calle Obispo y el custodio me dijo “Mami, tú sabes muy bien que no te puedo dejar. No te me pongas bravita pero esto es pá turistas”. La oportuna voz del conformismo apareció esta vez en boca de una señora que esperaba para pagar su factura telefónica: “Ay mi´ja no te metas en problemas que al final no vas a cambiar nada”.
Entre tantos llamados a “no alterarse”, los cubanos hemos llegado a pensar que la salud cardiaca y la exigencia de los derechos deben estar reñidas o que las isquemias cerebrales son el desenlace inevitable cuando uno demanda un buen servicio. Imagino unas enormes vallas advirtiendo en la carretera: “Criticar, exigir y demandar dañan su salud”.
Comentario de Yoani Sánchez
La Habana, 24 de agosto de 2007
No comments:
Post a Comment