Pasternak y el destino de la "Intelligentsia" rusa.
Solomon Volkov analiza en "El Coro Mágico" la relación entre cultura y política en la Rusia del siglo XX w El país se encuentra, por primera vez, sin una "intelligentsia" que formule las preguntas adecuadas
Domingo, 30 de Mayo de 2010 - HOY se cumplen 50 años desde la muerte, en Peredélkino (afueras de Moscú), de Boris Pasternak, poeta y novelista ruso mundialmente conocido por su novela El Doctor Zhivago. Llevada al cine por el director David Lean con gran éxito de critica, 5 Oscars (1965), y aún mayor de público, fue protagonizada por Omar Sharif, quien por su aspecto de beduino recuerda al propio Pasternak, y narra la historia de un médico y poeta que vive el zarismo, la Revolución y el estalinismo entremezclándose y confundiéndose sus avatares con los del propio Pueblo ruso.
Yuri Zhivago es un arquetipo de miembro de la intelligentsia rusa, término similar aunque más amplio que el de "intelectuales" que usamos en el Oeste europeo, puesto que nosotros no incluimos en tal categoría a otros profesionales como médicos, ingenieros, abogados, periodistas, músicos... que allí sí son considerados intelligentsia, entendiéndose tal palabra como la clase social comprometida en un trabajo complejo de creación y propagación de la cultura.
"La Intelligentsia"
Un "segundo gobierno"
Pasternak fue uno de los cinco premios Nobel de Literatura rusos del siglo XX junto a Bunin, Brosdky, Sholójov y Solzhenitsyn, y conforma junto con otros escritores (Esenin, Ajmátov); músicos (Rimsky Korsakov, Prokofiev, Shostakóvich; pintores (Chagall, Kandinsky, Malevich); bailarines (Nijnsky, Pavlova, Plisétskaya, Nureyev); cineastas (Eisenstein, Mikalkov), y científicos (Sájarov, Levich, Semíonov, Leontieff) una impresionante lista de intelligentsia que Rusia produjo en el siglo pasado y que transcurridos diez años del actual no se ven atisbos de reproducción de aquel palmarés.
La vida y destino de Pasternak es buen ejemplo de las vivencias de todos ellos en un siglo XX que algunos historiadores dicen fue el más "corto" de la Historia pues, a su juicio, comenzó con la Revolución Rusa (1917) y terminó con la caída del Muro de Berlín (1989). Otros, sin embargo, prefieren calificarlo como el más "intenso", pues desfilaron por él, aguerridamente, todos los "ismos" posibles o imposibles: el militarismo, anarquismo, socialismo, comunismo, nacionalismo, nazismo, fascismo. Rusia experimentó todas esas sacudidas, por deseo propio o por invasión extranjera, y como hecho específicamente ruso destaca el papel desarrollado por la intelligentsia, auténtica oposición política, en ocasiones la única posible, que ellos llamaron "segundo gobierno".
Cinco duelos al sol
Nicolás II y Tolstói
El siglo XX "largo" comienza en Rusia, en 1901, con la excomunión de Tolstói por "propagar el terrible contagio de la anarquía y la incredulidad por toda Rusia". De esa manera, la Iglesia Ortodoxa se plegaba a la voluntad del Zar Nicolás II, verdadero destinatario de las diatribas de Tosltói quien se dirigía a él llamándolo: "ser patético, débil y estúpido". El entierro en Yasnaya Poliana (1910) del autor de Guerra y Paz, con la policía zarista impidiendo el acceso a los miles de asistentes, supuso el punto de no retorno entre la intelligentsia y la autocracia, y el principio del fin, siete años después, de la dinastía Románov tras tres siglos de reinado.
Lenin y Gorki
Con el Octubre Rojo de 1917 un nuevo protagonista entra en escena, el partido Bolchevique. Su líder, Vladimir Ilich Ulianov Lenin, un abogado no ejerciente, revolucionario profesional, quien por su vasta cultura, plurilingüe, especialista en economía y sociología, hubiese sido un destacado "intelectual" si no fuera por las suspicacias y reservas que mostraba contra la intelligentsia. Al gran novelista y dramaturgo Maxim Gorki, simpatizante bolchevique pero siempre protector de sus colegas, una vez llegado al poder, Lenin le advirtió: "si no te marchas (de Rusia), te obligaremos a ir"; Gorki no necesitó más para expatriarse y fijar su residencia en Capri (Italia). De la vanguardia artística, hasta ese preciso momento, simpatizantes del Partido Comunista, dijo: "Soy incapaz de considerar las obras del expresionismo, el futurismo, el cubismo y cualquier otro ismo como manifestaciones del genio artístico. No les entiendo". Esa proclamada falta de entendimiento le llevó a declarar la guerra a los artistas que acabaron emigrando como Chagall, Bunin, Chaliapin, Nijnsky ...o suicidándose como los poetas Esenin y Mayakovsky. El duelo entre Lenin y Gorki podríamos decir que fue una reedición del ya descrito entre el zar Nicolas II y Tolstói.
Stalin y Mandelshtan
Gorki volvió del destierro y entabló una peculiar relación tratando de humanizar al sucesor de Lenin: Josif Vissarionovich Djugashvili, quien pasaría a la Historia con su nombre de guerra, Stalin (el hombre de acero). Stalin, ex seminarista georgiano, no disponía de una formación académica como Lenin ni había vivido en el extranjero, salvo viajes ocasionales; tampoco hablaba más lenguas que la materna y el ruso, si bien comprendía algo de alemán e inglés. Sin embargo, tenía una capacidad de trabajo descomunal y un deseo irreprimible de aprender. Su relación con los intelectuales fue atenta (leía casi todo), activa (tomaba parte en debates con ellos), educada (jamás se alteraba durante los mismos) y depredadora (los engullía en el Gulag o los aniquilaba en la cárcel de Lefortovo). Envió a la muerte a bolcheviques de primera hora como Bábel, amigos como Kolstov y luminarias como Meyerhold.
Stalin manejó con maestría a los intelectuales... manejables. Un jovencísimo Sholójov publicó, con 26 años, su novela El Don apacible. Stalin le colmó de honores pues era conocedor de que el pueblo ruso, por entonces devorador de libros y música, necesitaba referentes literarios, historias sobre sus vivencias e identidad en una época de penuria económica extrema.
No fue el caso de Mandelsthan, gran poeta y autor de un fatal epigrama contra Stalin: "Vivimos sin sentir el país a nuestros pies... sus dedos gruesos como gusanos... sus bigotes de cucaracha parecen reír... toda ejecución es para él un festejo..". Mandelsthan se lo dio a leer a Pasternak quien quedó horrorizado por la temeridad de lo escrito y le rogó que no siguiera mostrándolo. Stalin, inevitablemente, se enteró y telefoneó a Pasternak dando lugar a una más que extraña conversación: "Stalin: el caso Mandelsthan está siendo analizado. ¿Pero es o no un maestro? Pasternak: ¡No se trata de eso! Stalin: ¿De qué entonces? Pasternak: Me gustaría encontrarme con Usted... que habláramos. Stalin: ¿Sobre qué? Pasternak: Sobre la vida y la muerte". Después un espeso silencio y luego Stalin colgando el teléfono abruptamente. El silencio se extendió por el país y tomó la forma de terror. Mandelsthan, y toda la "intelligentsia" no manejable acabaron en el Gulag.
Jruschov y Pasternak
Jruschov, sucesor de Stalin, iba por la vida de campesino sagaz y tosco, y sus lecturas casi se reducían a los informes políticos de la mesa de su despacho. Barrenador del estalinismo, compensaba su afán reformador con la persecución de los intelectuales. Una de cal y otra de arena, permitió la publicación de Un día en la vida de Iván Denisovich de Solzhenitsyn mientras amenazaba gravemente y con insuperable grosería cualquier expresión cultural que considerase antisoviética.
Pasternak fue el blanco perfecto. La concesión del Nobel (1957) "por su obra poética", dijo la Academia sueca para no hacer mención directa del El Doctor Zhivago, sacó de quicio al Politburó del Partido que, no sin razón, consideraba que la novela era de hecho una realista descripción de la gran tragedia nacional rusa del siglo XX: la revolución comunista, y además poco exudaba cristianismo por todos los poros. Por si fuera poco El Doctor Zhivago, imposible de editar en la URSS, había sido llevada de contrabando a Occidente, irónicamente por un rico editor izquierdista italiano, Feltrinelli, quien mucho tiempo después murió al explotarle una bomba que intentaba colocar en una torre de alta tensión en el extrarradio de Milán.
El premio dio lugar a una reedición de las que se creían superadas persecuciones de la época de Stalin. No hubo fusilamiento ni GULAG, pero un auto de fe contra Pasternak tuvo lugar ante 14.000 personas que celebraban el 40 aniversario (1958) del KOMSOMOL (Juventudes Comunistas). Su líder, Semichatsni, graznó: "Si comparamos a Pasternak con un cerdo, no haría lo que él ha hecho" porque un cerdo "jamás caga allá donde come".
El estilo empleado, la insuperable grosería, evidenciaba la mano de Jruschov en la redacción del discurso. Pasternak, aterrorizado, entró en depresión y acudió al siquiatra. Citado ante el Fiscal General, se le acusó de la comisión de un crimen contra el Estado. Si la cosa no fue a más se debió a la edad del poeta, quiero decir que la enfermedad y la muerte acudieron en su ayuda. Pasternak murió, queda dicho, el 30 de Mayo de 1960 y su funeral constituyó un nuevo enfrentamiento entre gobierno e intelligentsia tal y como sucedió con el entierro de Tolstói.
Breznev y Solzhenitsyn
Las bravatas de Jruschov contra los intelectuales no calmaron a los otros dirigentes comunistas, quienes concluyeron que su política era mucho ruido y pocas nueces. La URSS no despegaba económicamente, la crisis de los misiles en Cuba se había saldado con el ridículo internacional, y la Revolución se había convertido en una parodia de sí misma; de revolucionarios a funcionarios, de proletarios a subsidiados. Así que Breznhev, asistido por Súslov y Andropov, tomó las riendas.
Leonidas Bréznhev, un hombre amable, sin el histrionismo de Jruschov y probablemente conocedor de que el experimento comunista ruso estaba en su final, no quiso ser el enterrador de la cosa y para mantenerla con vida dispuso su congelación, iniciando la época que se ha dado en llamar "el estancamiento".
Del frío extremo siberiano provenía Solzhenitsyn. Encarcelado por Stalin, internado en campos de trabajo forzado, liberado por Jruschov, fue otro inmanejable. Premio Nobel (1970) publicó El Archipiélago GULAG que Andrópov, jefe del KGB (policía política), calificó como: "No obra de arte , sino documento político. Es peligroso". Bréznhev fue más lejos: "Es una cruda burla antisoviética, es un vándalo, ha atacado al más sagrado entre los sagrados, Lenin, a todo lo que queremos". Solzhenitsyn fue finalmente arrestado y expulsado de la URSS, como el "sagrado" Lenin, había puesto en práctica en 1922 cuando expulsó a Gorki y un grupo de destacados intelectuales anunciando: "con esta medida purgaremos a Rusia durante mucho tiempo".
EL CÍRCULO SE CIERRA
"Tanto tengo, tanto valgo"
La Revolución soviética agonizaba como se inició: expatriando a los intelectuales. La Rusia eterna repetía su sino, la "intelligentsia" proponía cambios, denunciaba situaciones que el poder autocrático del zar blanco o de los zares rojos no eran capaces de admitir.
Las muertes de Brézhnev, Chernienko y Andrópov, tan seguidas que pareciera que la Historia se apresuraba como el río se acelera cuando se aproxima a la cascada; y por fin Gorbachov con su perestroika (reestructuración) y glasnot (transparencia). Ya no se producen duelos heroicos entre intelectuales y políticos. Los líderes todavía comunistas asumen, incapaces, el desbordamiento de la producción artística. Publican lo hasta ese momento impublicable, así Los niños del Arbat de Rybakov, novela veinte años bajo censura, que evoca la época del Gran Terror de Stalin. El director de cine Mijalkov ganó (1994) el Oscar a la mejor película extranjera con Quemado por el sol; y poco más. Rusia se convirtió en un páramo cultural. La denuncia de esta situación que hizo Solzhenitsyn en El colapso de Rusia (1998), a nadie conmovió.
Las políticas económicas de Yelsin y Putin de liberalización y privatización salvaje llevaron al empobrecimiento de la población y a la desatención de los intelectuales quienes, con el cambio de régimen, sufrieron el golpe más severo procediendo a cambiar de oficio o alternarlo con el de "buscarse la vida" a través de los negocietes y trapicheos. El "tanto tengo, tanto valgo" parece haber sido un enemigo más formidable para la intelligentsia que la autocracia política. Hoy en día Rusia no es una democracia comparable a la occidental. El gobierno de Putin y Medvédev está sustentado en los poderes de los grandes grupos económicos: energéticos, mediáticos, financieros. El destino de Rusia parece fatalmente atenazado entre el totalitarismo o la anarquía, y siempre acaba la moneda cayendo en la dirección del primero. Solomon Volkov ruso-americano, en su ensayo El coro mágico. Una historia de la cultura rusa, del que he entresacado la información para este artículo y cuya lectura recomiendo vivamente, termina su obra con una admonición: "una vez más, como sucedió a principios del siglo XX, Rusia-ansiosa, pensativa, enigmática-se encuentra en la encrucijada... y ha de elegir un camino". Y, me atrevo a añadir yo, por primera vez sin una "intelligentsia" que formule las preguntas adecuadas y encuentre respuestas certeras.
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