RADIO PRAGA
08-05-2010 Andrea Fajkusová
Hace 65 años los Ejércitos de la Unión Soviética y de EE.UU. pusieron fin al régimen nazi en Checoslovaquia. El pueblo checoslovaco disfrutó de nuevo de la libertad apenas tres años. En 1948 se instaló en el país una dictadura nueva, esta vez comunista. Los que más sintieron su mano dura fueron los presos políticos. Los que sufrieron quizá aún más fueron los hijos de los encarcelados. Los testimonios de las personas a las que el régimen comunista totalitario robó hace medio siglo a sus padres son reunidos en el marco del proyecto ‘Hijos de los años 50"
El padre de Jana Švehlová luchó contra los nazis como piloto de la Fuerza Aérea Británica. Tras el golpe de Estado de febrero de 1948, el régimen comunista “premió” su hazaña con diez años de prisión. Su hija recuerda: “Cuando mi padre me mandó una carta desde la cárcel para felicitarme por mi 7 cumpleaños, me escribió: Sabes, hija, quizá no logres ser lo que quieras. Yo quería ser periodista, pero mi padres no me lo permitieron porque decían que con mi carácter acabaría pronto en la prisión. Y mira, desde donde te escribo ahora”.
Jana, a pesar de tener excelentes notas, no pudo proseguir sus estudios en Checoslovaquia después terminar la escuela primaria. Trabajó como obrera ayudante. En 1966 las autoridades satisficieron su solicitud de trasladarse a Gran Bretaña, país donde nació durante la Segunda Guerra Mundial. Su padre la siguió dos años después cuando las tropas del Pacto de Varsovia ocuparon el país.
Unos treinta años más tarde Jana Švehlová empezó a escribir en la Universidad George Washington una tesis de doctorado en psicología política. Decidió investigar las consecuencias que tuvo el terror comunista en hijos de los adversarios del régimen. Por primera vez, las hijas de los presos políticos hablaron en público sobre su vida sin padres.
Miroslava Bočková En 2008 nació por iniciativa de Jana Švehlová la asociación Hijas de los Años 50. Esta primavera se han estrenado en la capital checa los primeros siete documentales de la serie titulada ‘Hijos de los años 50’, coproducida por la Televisión Checa, el estudio Sunfilms y la Facultad de Cine de Praga, FAMU.
Jana Švehlová explica que romper el silencio en la sociedad es a veces más doloroso para la persona perjudicada que lo que tuvo que vivir.
“Las víctimas están algunas veces más enfadadas con los que miran su sufrimiento sin intervenir que con los propios perseguidores. No se trata sólo de la política, vale lo mismo para una niña abusada en la infancia. Puede pasar que sentirá más rabia con respecto a su madre que al tío que le hizo el daño”.
Hablar ante las cámaras sobre su experiencia de “hija de un enemigo del Estado” requirió, sin duda, mucho valor. Ludmila Voříšková señala que el impulso para ella fue el hecho de que existe muy poca información sobre los años 50 en Checoslovaquia.
“Cuando me enteré de que existía la asociación de las hijas me apunté. Me esfuerzo para que la información sobre lo que pasó en este país en los años 50 llegue al conocimiento de cuanto más gente”.
Ludmila Voříšková (izquierda) Ludmila Voříšková, hija del intelectual cristiano y traductor, Rudolf Voříšek, es la protagonista del documental ‘Una Vida’. El espectador sigue sus pasos cuando visita el cementerio donde están enterrados sus padres, va a la biblioteca, hace limpieza en una escuela de idiomas o se dirige a las clases de la universidad de tercera edad.
El guión para este cortometraje de 26 minutos de duración, igual que para los otros seis, surgió en un seminario de FAMU. La joven guionista y directora Iva Jestřábová revela que después de reunirse con Ludmila Voříšková reelaboró su idea original sobre la película.
“En el documental parece que fue fácil, que nos sentamos y ella nos lo contó todo, pero no fue así. Al rodaje le precedieron numerosas reuniones sin cámara cuando sólo charlamos y buscamos la manera de cómo hacer el documental. Creamos el guión juntas, y una mitad del documental surgió espontáneamente. La vida no tiene un guión”.
Uno de los momentos más fuertes del documental es la escena donde los primos de Ludmila Voříšková debaten sobre la situación política actual en Chequia y barajan la posibilidad de elegir en los comicios a los comunistas.
La directora Iva Jestřábová destaca qué más aprecia ella en este trabajo.
“Para esta gente es difícil hablar de su experiencia. Cuando logramos establecer la confianza, cuando Ludmila se nos abrió y empezó a contarnos realmente su historia... Esto ha sido quizá lo más valioso en este proyecto para mí”.
Ludmila Voříšková tenía cinco años cuando su padre murió en la cárcel comunista a causa de leucemia. Fue un año después de que fuera condenado a once años de prisión por supuesta traición a la patria. Ludmila y su hermano mayor crecieron con su madre que mantenía vivo el recuerdo del padre en sus hijos. Cuando los niños le preguntaban qué había hecho su padre, ella siempre contestaba: Nada.
Cuando Rudolf Voříšek murió, un policía uniformado se presentó en casa de su familia para anunciar a su esposa que viniera a la cárcel de Pankrác, recuerda Ludmila Voříšková.
“Nosotros vivíamos bastante cerca, así que nuestra madre nos cogió y fuimos a la cárcel de Pankrác. Allí había un portero, y mi mamá le explicó que la habían invitado a venir, que su esposo estaba encarcelado allí. El portero le preguntó por el nombre, la mamá le contestó, y él dijo que no sabía nada de ello. La madre le dijo que nuestro padre debía estar enfermo o muerto porque si no, no la habrían llamado. El señor repitió: Yo no sé nada, iré a preguntar. Después volvió y dijo: Usted tiene razón, está muerto. Preguntó a mi mamá qué había hecho su esposo. Y ella dijo: Nada. Él replicó: Eso lo dicen todos, no piensan en su mujer y sus hijos”.
El hermano de Ludmila Voříšková también iba a aparecer en el documental, pero al final lo rechazó. No quiere hablar de esa época, explica su hermana.
“Recuerdo que una vez fuimos a ver a nuestro padre a la cárcel de Vinařice, cerca de Kladno. Viajamos en autobús, mi hermano estaba sentado allí y contaba nervioso por lo bajo hasta mil. Luego vomitó y la mamá tuvo que limpiarlo. Para nosotros fueron vivencias muy traumáticas. Cuando éramos adultos, nuestra madre nos dijo que no sabía si había sido correcto llevarnos a nosotros a las visitas a la cárcel. Pero sí que fue bueno porque si no lo hubiera hecho no tendríamos ningún recuerdo de nuestro padre”.
Dagmar Stachová es hija del guardabosques Jaroslav Jež y de Milada Ježová. Primero, en 1949, fue detenida su madre por ayudar a un miembro herido de la resistencia anticomunista. Su padre se escondió de los efectivos de la Seguridad del Estado durante casi dos años en los bosques de la sierra de Beskydy hasta que fue detenido también. Dagmar tenía dos años cuando perdió a ambos padres. Creció en casa de sus abuelos en Ostrava.
Su historia la decidió documentar otra estudiante de FAMU, Adéla Kroupová. Adéla se inscribió en el seminario organizado por su facultad por motivos puramente pragmáticos, para sumar los puntos necesarios para sus calificaciones de estudios. El contenido de la asignatura ‘Hijas de los años 50’ fue una gran sorpresa, pero agradable, cuenta Adéla Kroupová.
“La historia de Dagmar Stachová es muy fuerte. Yo la conduje a los lugares de su infancia, concretamente a los pueblos de Nový Hrozenkov y Vranča en Valaquia, y la dejé vivir su historia de nuevo. Cuando detuvieron a sus padres, ella era muy pequeña y no conocía las circunstancias, sólo lo que le había contado su abuela. Y hasta en el lugar se enteró como había sido en realidad. Eso es lo fascinante. Ella estuvo allí una sola vez con su padre cuando lo excarcelaron. Pero eso fue hace muchísimo tiempo así que sus recuerdos del lugar y de la gente fueron muy borrosas. Y ahora de repente se vio rodeada de vecinos que conocían a sus padres. Creo que para ella fue una experiencia muy fuerte”.
Adéla Kroupová procede de una región vecina a Valaquia. La mitad de sus parientes vive en esa parte de Chequia, en la frontera con Eslovaquia, y ella misma viaja allá a menudo. Cuando era pequeña su abuelo le contaba sobre las hazañas de los guerrilleros que lucharon en Beskydy contra los nazis. El rodaje con Dagmar Stachová le ofreció una nueva perspectiva del pasado.
“Me di cuenta de que en cada segunda casa vive alguien que fue perjudicado por la guerra o por los años 50, o en su mayoría, por ambas épocas. Y lo que para mí fue increíble: el antipatriotismo checo general no tiene nada que ver con la gente de Valaquia. Ellos no vacilan en tomar un arma e ir a defender a su familia. Como estaban acostumbrados a vivir en lugares aislados y proteger a su manada de ovejas ante lobos y ladrones, asumieron la misma postura hacia el nuevo régimen, sea el nazi o el comunista. Cuando no estuvieron contentos y alguien tocó su propiedad, la defendieron con un rifle en la mano. Eso me gusta mucho”.
Según la joven cineasta, Dagmar Stachová es una mujer muy valiente, pragmática, pero una gran optimista, rasgo que la difiere de las demás “hijas”.
“Como ella era tan pequeña cuando detuvieron a sus padres, dice que no le marcó tanto como a las demás. Ella tenía una abuela y un abuelo que cuidaban muy bien de ella y por eso no tenía la sensación de que faltara alguien. Su optimismo, su curiosidad y ganas de conocer cosas nuevas son enormes. Y ella siente dentro que hay que hablar sobre estas cosas para que no se repita nunca más que los comunistas asuman el poder en este país”.
Hace tiempo un juez le dijo a Markéta Čermínová que a los tribunales se acude para recibir la sentencia, la justicia la tiene que buscar con el Dios. Estas palabras aparecen en el título del documental que rodó sobre Markéta Čermínová otra estudiante de FAMU, Markéta Černá.
“La elegí porque era mucho más joven que las demás hijas, tiene unos 43 años. Ella nació después de que su padre regresara de la cárcel. Él tenía entonces unos 53 años. Además, cuando rodamos el documental el padre vivía todavía y nosotros grabamos una entrevista con él. Desgraciadamente el doctor Čermín murió durante el rodaje. En el documental hay tomas de su funeral, lo cual hace esta película diferente de las demás del ciclo”.
El abogado Jakub Čermín fue encarcelado por los nazis. Los comunistas lo condenaron a ocho años de prisión en un proceso manipulado por ser colaborador de la política Milada Horáková, que fue ejecutada por el régimen en 1950.
Además le acusaron de que administraba un bufete de abogados y por lo tanto era representante de la burguesía. Una acusación falsa en vista de que Jakub Čermín terminó sus estudios tan sólo después de la Segunda Guerra Mundial y le faltaba la experiencia práctica necesaria para tener su propia oficina.
Bajo la presión, el doctor Čermín firmó un consentimiento con la colaboración con la policía política comunista, pero en la cárcel revocó su firma. Les dijo: Nací para ayudar a la gente y no para destruirla.
Cuando su hija se decidía por su futura profesión, la elección fue clara, agrega la cineasta Markéta Černá.
“Ella estudió hasta en la década de los 80, vivió la Revolución de Terciopelo en la Facultad de Derecho. Tuvo suerte. En esa época el régimen ya no era tan estricto y como tenía muy buenos resultados en la escuela, la admitieron aunque, paradójicamente, en la Facultad de Derecho estudiaban entonces principalmente hijos e hijas de los comunistas. Sus compañeros de estudios eran del campo opuesto”.
Hoy Markéta Čermínová es jueza del Tribunal Municipal de Praga 1. Y la justicia la busca en la Tierra.
El autor del documental sobre Eva Langrová quiso confrontar en la pantalla la relación de la hija hacia su padre. El funcionario de Correos František Bureš fue condenado en 1949 a 22 años de privación de libertad. Poco después de su encarcelación su esposa se enfermó y murió. De la pequeña Eva, que tenía entonces cinco años, se encargó la abuela materna.
La abuela le adjudicó a su yerno la culpa por la destrucción de la familia. Ese fue quizá uno de los motivos por que los lazos entre el padre y su hija se rompieron y resultó imposible restablecerlos, opina hoy Eva Langrová.
“Cuando mi padre regresó de la cárcel era una persona sin hogar. Tenía sólo el traje que llevaba puesto cuando lo detuvieron. No tenía casa ni empleo. Debíamos empezar a vivir juntos, pero yo entonces no trabajaba todavía y no ganaba dinero. Pasaron once años desde la detención de mi padre. A pesar de que lo visitaba una vez al año en la prisión, nuestra relación se enfrió. Él no sabía de qué hablar, así que se limitaba a preguntarme por las notas en la escuela. Cuando regresó, tuve una sensación extraña. Sabía que la persona frente a mí era mi padre pero no sabía cómo comportarme hacia él”.
Eva Langrová subraya que el régimen comunista no perjudicó solamente a los que condenó y encarceló, sino también a sus hijos. También para ella es muy importante transmitir su experiencia a las futuras generaciones.
“Recuerdo bien que la gente mayor en mi pueblo no sabía imaginarse que alguien pudiera ser condenado sólo por su opinión, así que también mi abuela pensaba que mi padre debía haber hecho algo muy malo si había recibido una pena tan alta. Corrían chismes que mis padres, que se mudaron al pueblo como funcionarios de Correos, habían robado bienes de los alemanes que fueron trasladados de Checoslovaquia tras la Segunda Guerra Mundial. O que mis padres mataron a alguien”.
El ciclo de documentales ‘Hijos de los años 50’ tuvo su estreno en marzo en el cine Světozor de Praga. No tardaron mucho en aparecer las primeras reacciones. Positivas, pero también negativas, según apunta Eva Langrová.
“En la página web de la Televisión Checa hay un aviso para el ciclo de documentales y ya leí allí reacciones negativas. Alguien escribió que se trataba de una propaganda al estilo de Goebbels, y que son mentiras, porque todo en este país estuvo perfecto, y que nosotras somos hijas de criminales”.
A pesar de ello, las “hijas” coinciden en que se sienten mejor y contentas de que se haya empezado a hablar sobre este tema. Ludmila Voříšková comenta al respecto.
“Me alegra que se hable de ello. En primer lugar, al encontrarse con otras hijas una conoce a la gente que tuvo un destino similar. Naturalmente conocía ya antes a unas pocas personas cuyos padres también estuvieron encarcelados, pero de repente vi que hay muchas más personas que vivieron lo mismo”.
Eva Langrová agrega otra experiencia. “Voy a una peluquería desde hace unos treinta años. Los clientes nos conocemos desde hace tiempo. Hay entre ellos también una maestra que defendió duramente el comunismo. Cuando tras la Revolución de Terciopelo supieron cuál había sido mi destino, se disculparon conmigo”.
En abril cuatro documentales del ciclo ‘Hijos de los años 50’ fueron premiados en el festival internacional Worldfest de Houston, EE.UU. La película ‘Una Vida’ de Iva Jestřábová se llevó la medalla de platino en la categoría de ciclos televisivos de documentales. La cinta ‘Dáša Regresa’ de Adéla Kroupová fue galardonada con la medalla de oro en la categoría de películas estudiantiles independientes.
En otoño los siete documentales de la serie serán transmitidos por la Televisión Checa.
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