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DIARIO REGION
OPINION / OPINION REGIONAL /
24/01/2011
El paraíso cubano (I)
Tenía diarrea y los médicos no me atendían, porque no me daban permiso para salir de la celda. Se me cayeron las uñas, el pelo, la piel se me llenó de costras”…
EDUARDO MORALES GIL
Desde hace alrededor de unos dos años el régimen comunista de Cuba inició una serie de contactos con el gobierno de España, con el objetivo de intentar, por su intermedio, una aproximación con la Unión Europea, a fin de lograr una flexibilización de la posición de esta institución multinacional frente a la tiranía castrista, que condiciona las relaciones bilaterales con el régimen cubano a la transición del sistema comunista hacia un modelo democrático que garantice la protección de los derechos humanos en la isla.
España, con la mediación de la iglesia católica cubana, encabezada por el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, exigió, para interponer sus buenos oficios ante la Unión Europea, la libertad de centenares de presos políticos, en su mayoría vinculados al Movimiento Cristiano de Liberación, a lo cual accedió el gobierno cubano poniendo como condición que los excarcelados abandonaran el territorio nacional, es decir, que salieran desterrados del país, para el exilio, concretamente para España, que decidió darles cobijo.
Mediante esas negociaciones de carácter humanitario, llegaron a España en el año 2008 los primeros desterrados y el año pasado arribaron varios grupos de exilados. Otros presos políticos se han negado a su liberación con la condición de abandonar su patria y permanecen encarcelados. En esta serie de artículos que iniciamos, hoy, hemos decidido presentar una síntesis de los testimonios ofrecidos en España por algunos de esos hermanos cubanos exiliados, para que nuestros lectores tengan idea del “paraíso cubano”, del “mar de la felicidad” hacia el cual quiere conducirnos el gobierno del Teniente Coronel Chávez.
José Luís García Paneque, es un cirujano plástico, de 45 años de edad, detenido por la policía política cubana el 18 de marzo de 2003. Relata el Dr. García: “Me llevaron junto con cinco compañeros de Las Tunas a la cárcel para que cumpliéramos dos años en régimen de aislamiento. Me metieron en una celda de tres metros cuadrados, donde había una pequeña cama de tola (especie de paja), un paraban, un sanitario turco en el suelo y un lavamanos… Las visitas conyugales se hacían cada cinco meses y duraban tres horas… Después me trasladaron al presidio de Santa Clara. Me metieron en una celda donde no tenía comunicación con nadie y los barrotes estaban tan pegados que no se veía nada hacia afuera… La comida a veces era incomible. Nos daban “Pancho el bravo”: restos que salen de los mataderos mezclados con sangre y que luego hierven… Entré con 86 kilos y salí con 45. Tenía diarrea y los médicos no me atendían, porque no me daban permiso para salir de la celda. Se me cayeron las uñas, el pelo, la piel se me llenó de costras”…
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