Wednesday, December 27, 2006

Propaganda castrista

ABC
CUANDO falla la salud del dictador, el régimen cubano actúa como corresponde a su naturaleza totalitaria. La visita relámpago del doctor García Sabrido, jefe de cirugía del hospital Gregorio Marañón, reúne todas las características de una operación de imagen del castrismo con la intención de lanzar a la comunidad internacional un mensaje nítido: «El comandante sigue ahí y nadie debe precipitarse planteando la sucesión» . El médico español ha utilizado palabras muy medidas: «Hasta donde yo sé, Fidel Castro no tiene cáncer», añadiendo que el paciente se recupera con lentitud de la «gravísima cirugía» que se le practicó el pasado mes de julio. Estas declaraciones, hechas con el beneplácito de la embajada de Cuba, deben tomarse por tanto como un parte oficial sobre el estado de salud del dictador . Suponiendo que la credibilidad de sus propios servicios médicos sería muy reducida, el aparato de propaganda ha montado un escenario a su gusto para dar al asunto una apariencia internacional que otorgue veracidad a la información . Desde el punto de vista profesional, el doctor García Sabrido ha actuado con razonable prudencia al no desvelar más detalles médicos ni hacer otro tipo de valoraciones. No obstante, tal vez han sobrado las alusiones a su relación con la familia Castro, que abren un frente informativo que podría llenarse a base de suposiciones e hipótesis interesadas.
El caso es que el mundo entero ya sabe por boca del cirujano madrileño que Castro está en buena forma «intelectual» y que tiene previsto retomar su actividad política. Los modales típicos del sistema soviético han funcionado al viejo estilo gracias a ese anacronismo en pleno siglo XXI que supone el sistema comunista cubano. Es llamativo que el castrismo haya preferido sacrificar la fiabilidad de sus servicios médicos, de la que siempre se ha mostrado orgulloso, a cambio de lanzar a los cuatro vientos una supuesta «verdad» oficial. Aunque algunos pretenden aprovechar el río revuelto, está claro que la Comunidad de Madrid ha cumplido con las exigencias legales y humanitarias. El permiso concedido al médico en su condición de funcionario público cumple con todos los requisitos. Su desplazamiento a Cuba no ha tenido ningún coste para la hacienda madrileña. El envío en su día de medicinas y material sanitario responde a una práctica habitual que no sólo ha beneficiado a Castro, sino también a otros pacientes cubanos y su cuantía se imputará con toda transparencia a la sanidad pública regional. No es de extrañar la sorpresa generalizada que las declaraciones del médico español han causado en la isla. El absoluto hermetismo interno que practica el régimen totalitario se convierte en un anuncio público a través de un tercero y a miles de kilómetros de La Habana. Son prácticas de propaganda según los manuales de la guerra fría, residuos de un tiempo que -por suerte para todos- ha desaparecido para siempre.

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