Durmiendo con el enemigo
Por Miriam Celaya
Febrero 17th, 2009
El pasado martes, 10 de febrero, mi esposo, Oscar González Ulloa, fue interrogado por la policía política. Los testaferros del régimen suelen llamar a tales interrogatorios “entrevistas”, pero mi estilo siempre se ha inclinado a llamar las cosas por su justo nombre, sobre todo si dicho encuentro no contó con la anuencia del supuesto “entrevistado” y estuvo matizado por las habituales amenazas amigables de los compañeritos contrainteligentes de la llamada Dirección 21 del Ministerio del Interior.
El lunes 9, pasadas las 10:30 pm, mi esposo, ingeniero electromecánico vinculado directamente a la navegación mercante por más de veinte años, recibió en casa una llamada telefónica: estaba siendo citado por “Selecmar”, su agencia empleadora cubana, para que se presentara a las 9:00 am de la mañana siguiente en las oficinas del “subdirector de operaciones” para una reunión de trabajo. Aunque la llamada se produjo ya bien entrada la noche –detalle del que ambos recelamos- existía la posibilidad real de que se tratara de una citación laboral toda vez que ya él lleva en tierra casi cuatro meses y debía comenzar el alistamiento para el nuevo enrolo (chequeo médico, etc).
No sabíamos que ya todo estaba preparado para la representación de estos artífices de la mentira y el engaño. El escenario fue la oficina del subdirector de “Selecmar”; los actores, dos oficiales de la Seguridad del Estado (uno “bueno”, conciliador, coloquial, casi amoroso; y otro “malo”, callado, adusto, severo); el guión fue el de siempre: “sabemos en lo que está tu esposa, de la gente con la que se reúne, que tu carro se ha utilizado para transportar contrarrevolucionarios y documentos, no vamos a permitir nada que atente contra la seguridad del Estado…etc”. Una “entrevista” salpicada de amenazas no muy disimuladas, como las referidas a dejarlo desempleado (“¿te gusta mucho tu trabajo, Oscarito?, tú siempre has sido un buen profesional…”); de preguntas aparentemente encaminadas a elevar su ego machista (“Tú eres el cabeza de familia, esto no es con tu mujer… pero esa Yoani y el grupo con el que se relaciona”); de sugerencias acerca de que está siendo engañado por mí (“¿Tú crees que te lo sabes todo?…”). Y como colofón, como estocada maestra al final del dulce encuentro, la pregunta más infame: “¿Y tu hijo?…”. Una amenaza directa a nuestro hijo menor, de 20 años, estudiante, completamente ajeno a cualquier tipo de activismo político y dedicado por entero a sus estudios y a su pasatiempo favorito, la música. Un botón de muestra de lo despreciable y sórdido de este sistema, un total desprecio por los valores familiares, que es el verdadero rostro del socialismo cubano.
Tengo la enorme satisfacción de declarar que mi esposo no flaqueó, que rechazó “colaborar”, que manifestó su respeto por mí y por lo que hago, que defendió punto por punto sus verdades (que también son las mías) a riesgo de la pérdida de su trabajo -que ha sido durante años la única fuente relativamente segura del sustento familiar- y de cualquier otra represalia. Hasta ahora mantuve la verdad de que el régimen y sus métodos fascistas no habían molestado a mi familia; el 10 de febrero de 2009 marcó el final de lo que solo era un seguimiento indirecto, con preguntas e investigaciones a nivel de vecindario y de CDR y se inició la fase de hostigamiento por parte de un gobierno que, de facto, honra los principios y los métodos que de jure critica: quien no esté conmigo está contra mí y cualquier recurso es válido para anularte. Mi esposo fue interrogado por el único y terrible delito de serlo: hace casi 27 años está durmiendo con el enemigo.
Hago público el hecho para denunciar la cobardía de una dictadura que no vacila en ejercer su poder absoluto contra los ciudadanos librepensadores y contra sus familias, un gobierno que se oculta hipócritamente para amenazar, que miente para condenar, que aplica represalias y que ha demostrado a lo largo de medio siglo los excesos a los que es capaz de llegar. Declaro también públicamente que no voy a callar mis verdades y defenderé hasta las últimas consecuencias mi derecho a decirlas, que no concurro en ilegalidad alguna y actúo en apego a la Constitución vigente, y que soy una persona libre y continuaré siéndolo a despecho de cualquier acción que decidan aplicar en lo sucesivo. Desde hoy hago responsable a la dictadura cubana y a sus cuerpos represivos de cualquier daño o perjuicio que en lo adelante pueda sufrir yo o cualquier miembro de mi familia.
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El mal rato
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