Thursday, February 26, 2009

Brigadas Internacionales



Periodista Digital

Como todos los años, este fin de semana se celebraron donde ocurrió la batalla del Jarama, cerca de Madrid, homenajes multitudinarios a los combatientes de las Brigadas Internacionales, a cuyos supervivientes el Gobierno de Rodríguez Z les había concedido ya la nacionalidad española.

Hay una leyenda positiva sobre aquellos voluntarios que supuestamente vivieron a defender la República, pero cuya verdadera misión era establecer un sistema comunista que imitara a la URSS.

Años 1930: comunismo y fascismo trataban de dominar Europa. Dos ideologías hermanas, anverso y reverso del colectivismo.

Stalin asesinaba masivamente a disidentes y etnias rebeldes, especialmente caucasianas, y con su planificación económica, mataba de hambre a millones de soviéticos.

Hitler sólo fue peor porque planificaba el exterminio de comunidades enteras: judíos, principalmente. En nombre del nacionalismo y del socialismo. Pero trataba mejor a los trabajadores alemanes que Stalin a los soviéticos.

Comunismo y fascismo/nazismo eran credos brutales e inmisericordes. Rechazaban la libertad individual. Formaban esclavos para sus ideologías de masas. La dictadura tenía significado positivo: representaba la vanguardia de una agresiva voluntad totalitaria y asesina frente al pensamiento democrático-liberal.

Hermanos y rivales, sus fanáticos utilizaron la guerra de España como campo de batalla: Franco gozaba del apoyo fascista y nazi, y Moscú dirigía a los 60.000 brigadistas, mayoritariamente militantes comunistas de todo el mundo, que luchaban como “internacionalistas” para sovietizar España.

Durante el franquismo, los antifranquistas que creían que la URSS era la “patria del proletariado”, admiraban a esas Brigadas y consideraban asesinos a los voluntarios italianos y alemanes.

Lo cierto es que ambos habían venido a matar españoles para establecer regímenes hegemónicos, totalitarios y genocidas. Eran idealistas, sí, pero peleaban para instaurar sus respectivas dictaduras, no por la libertad.

Por tanto, ninguno de ellos, como ningún fanático, merece nuestro reconocimiento.

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