Monday, August 20, 2012

¿Cabe menospreciar el poder de la palabra?




Por el Dr. Eladio José Armesto

Claridad y brevedad en la comunicación es señal de capacidad y talento. El hombre sabio, como el astuto, entiende el poder y el peligro de la palabra. Es un conocimiento muy antiguo. Con palabras se levantan pueblos, se enardecen masas, se destruyen mentes.

Pobre de aquel que no aprecie este hecho. Sufrirá muchos engaños y embustes. ¿Acaso no es ésta una de las razones por las que los cubanos llevamos más de medio siglo en el Exilio? ¿Por no entender bien y, por ende, menospreciar el poder y el peligro de la palabra?

Los maestros del engaño de la Isla Esclava, en cambio, sí lo comprenden muy bien. Y se aferran a sus palabras, fría y calculadamente escogidas, pues tienen amplias pruebas de su letal eficacia. En un mundo que juzga las cosas por su eficacia, la astuta retórica del totalitarismo marxista ha mostrado su inmensa capacidad… de reprimir, de engañar, de matar.

El régimen castrista jamás diría “el Exilio cubano”, grita “la mafia de Miami”; jamás diría “el embargo contra Castro, grita “el bloqueo contra Cuba”; jamás diría “opositores del régimen”, grita “agentes del imperialismo”, “gusanos”, “escoria”, “terroristas”. Y a sus sicarios, que sí son terroristas, no les llama “espías”, los ensalza de “héroes”.

Entendido esto, ¿qué tiene de incorrecto que las victimas del régimen castrista y los solidarios con ellas, se opongan a llamarle “presidente” a quien de hecho es un tirano? ¿O que le llamen “gobierno” a la pandilla criminal que en 1959 usurpó la soberanía nacional y que es una verdadera mafia? ¿O qué señalen de traidores a quienes siempre han antepuesto los intereses espurios del Partido Comunista y de la Internacional Bolchevique a los intereses nacionales de la patria?

Para el sanguinario régimen castrista toda esta manipulación del vocabulario, esta distorsión de palabras, esta agresión psicológica, tiene un propósito claro, un objetivo concreto: legitimar lo ilegitimo, dignificar lo indigno, justificar lo injustificable.

Y como una mentira repetida mil veces se convierte en verdad en la mente de los que la escuchan, los maestros del engaño castristas repiten sus mentirosas palabras hasta la saciedad. Desde que abren los ojos hasta que los cierran, en afiches, carteles, periódicos, libros, revistas, cuadernos escolares, radio, televisión e Internet.

Con palabras infunden el terror, el miedo, la inseguridad y el pánico. Con palabras crean fantasías, imágenes, percepciones y mitos. Con palabras dividen y desorientan a opositores, enloquecen a débiles, castran la resistencia, aplastan el espíritu, matan sin dejar huellas físicas. ¡Todo con palabras!

Ojo con el que le resta importancia al poder de la palabra; al que te diga, con astucia, pompa o solemnidad, que la palabra no importa. Especialmente si dice ser filólogo. ¿Qué es lo primero que un estafador te pide creer? ¡Qué le restes importancia a las palabras, qué no te preocupes por lo que reza el contrato! Todo engaño comienza y termina en la mente y ésta se manipula, se engaña y se mata con la palabra.

Cuídate del que intente desarmarte con palabras o quiera que subestimes la importancia de éstas. Casi siempre prepara estafarte.


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El Nuevo PATRIA

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