Por el Dr. Eladio José Armesto
Claridad y brevedad en la comunicación es señal de capacidad y
talento. El hombre sabio, como el astuto, entiende el poder y el peligro de la
palabra. Es un conocimiento muy antiguo. Con palabras se levantan pueblos, se
enardecen masas, se destruyen mentes.
Pobre de aquel que no aprecie este hecho. Sufrirá muchos engaños y
embustes. ¿Acaso no es ésta una de las razones por las que los cubanos llevamos
más de medio siglo en el Exilio? ¿Por no entender bien y, por ende, menospreciar
el poder y el peligro de la palabra?
Los maestros del engaño de la Isla Esclava, en cambio, sí lo
comprenden
muy bien. Y se aferran a sus palabras, fría y calculadamente
escogidas, pues tienen amplias pruebas de su letal eficacia. En un mundo que
juzga las cosas por su eficacia, la astuta retórica del totalitarismo marxista
ha mostrado su inmensa capacidad… de reprimir, de engañar, de matar.
El régimen castrista jamás diría “el Exilio cubano”, grita “la
mafia de Miami”; jamás diría “el embargo contra Castro, grita “el bloqueo contra
Cuba”; jamás diría “opositores del régimen”, grita “agentes del imperialismo”,
“gusanos”, “escoria”, “terroristas”. Y a sus sicarios, que sí son terroristas,
no les llama “espías”, los ensalza de “héroes”.
Entendido esto, ¿qué tiene de incorrecto que las victimas del
régimen castrista y los solidarios con ellas, se opongan a llamarle “presidente”
a quien de hecho es un tirano? ¿O que le llamen “gobierno” a la pandilla
criminal que en 1959 usurpó la soberanía nacional y que es una verdadera mafia?
¿O qué señalen de traidores a quienes siempre han antepuesto los intereses
espurios del Partido Comunista y de la Internacional Bolchevique a los intereses
nacionales de la patria?
Para el sanguinario régimen castrista toda esta manipulación del
vocabulario, esta distorsión de palabras, esta agresión psicológica, tiene un
propósito claro, un objetivo concreto: legitimar lo ilegitimo, dignificar lo
indigno, justificar lo injustificable.
Y como una mentira repetida mil veces se convierte en verdad en la
mente de los que la escuchan, los maestros del engaño castristas repiten sus
mentirosas palabras hasta la saciedad. Desde que abren los ojos hasta que los
cierran, en afiches, carteles, periódicos, libros, revistas, cuadernos
escolares, radio, televisión e Internet.
Con palabras infunden el terror, el miedo, la inseguridad y el
pánico. Con palabras crean fantasías, imágenes, percepciones y mitos. Con
palabras dividen y desorientan a opositores, enloquecen a débiles, castran la
resistencia, aplastan el espíritu, matan sin dejar huellas físicas. ¡Todo con
palabras!
Ojo con el que le resta importancia al poder de la palabra; al que
te diga, con astucia, pompa o solemnidad, que la palabra no importa.
Especialmente si dice ser filólogo. ¿Qué es lo primero que un estafador te pide creer?
¡Qué le restes importancia a las palabras, qué no te preocupes por lo que reza
el contrato! Todo engaño comienza y termina en la mente y ésta se manipula, se
engaña y se mata con la palabra.
Cuídate del que intente desarmarte con palabras o quiera que
subestimes la importancia de éstas. Casi siempre prepara estafarte.
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El Nuevo PATRIA
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