Friday, December 30, 2011

Del Ajiaco -de Carlos Manuel de Cespedes- al Infinito




El articulo Ajiaco SI, Cadosa NO en la revista Palabra Nueva -ediccion de octubre- organo oficial de la Iglesia Catolica cubana, escrito por el Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal , me recuerda al personaje Rubashov de la obra El Cero y el Infinito, con la unica diferencia que el monsenor utiliza un Ajiaco Fernandino y una caldosa para llegar al "Estado Oceanico" del mismo Arthur Koestler en su personaje Rubashov que el monsenor denomina Casa Cuba. Y es que existe un paralelismo tan exacto en la vida del Judio intelectual Hungaro y el Catolico intelectual cubano casi indiscutible, y por ende en la mayoria de los intelectuales cubanos de esa epoca. Tan es asi, que solamente este extracto de El Cero y el Infinito, que copio a continuacion bajo el sub-titulo "Segundo Interrogatorio" nos revela hasta donde son capaces de llegar las justificaciones de estos hombres de letras torcidas. Estas maximas de Koestler que tanto calaron en la "Casa Cuba" de Carlos Manuel de Cespedes provenientes del jacobismo y su falso republicanismo. A Espana llego el hungaro intelectual a dirigir los Servicios Secretos de la Cheka "republicana, y de Espana llegaron los Republicanos a fundarlos e introducirlos en la misma Iglesia, contrario a las advertencias mismas de los martires catolicos; ?No lo dijo el propio Antonio Maria Claret? Y no hablo de las supuestas profecias, sino de su advertencias acerca del liberalismo y el socialismo que tanto degusto el Hungaro y el Cubano en sus respectivos paises. Aqui lo deja claro el rojo Koestler en labios de Rubashov. El monsenor Cespedes hace lo mismo en su Ajiaco que sigue a continuacion del extracto:


"Del Cero al Infinito"


SEGUNDO INTERROGATORIO


Cuando la existencia de la Iglesia se ve amenazada, deja de estar sujeta a los mandamientosde la moral. Cuando la unidad es el fin, todos los medios están santificados: engaño, traición,violencia, simonía, prisión y muerte. Porque el orden es para el bien de la comunidad, y el individuodebe ser sacrificado al bien común.DIETRICH VON NIEHEIM, Obispo de Verden, De schismate libri III, A. D., 1411.1EXTRACTO DEL DIARIO DE N. S. RUBASHOV, EN EL QUINTO DIA DESU CAUTIVERIO.La última verdad ha sido siempre la penúltima falsedad. Aquel que demuestra tenerrazón al final, parece equivocado y dañino al principio.Pero ¿quién demostrará que está en lo cierto? Ello sólo se sabrá después. Mientrastanto, está obligado a actuar a crédito y a vender su alma al diablo, en espera de laabsolución de la historia.Se dice, que el Número Uno tiene constantemente El Príncipe de Maquiavelo en su mesade noche. Debiera tenerlo, porque desde que ese libro se escribió nada importante se ha dichoacerca de las reglas de la ética política. Nosotros fuimos los primeros que cambiamos la éticaliberal de¡ siglo diecinueve del “juego limpio” por la ética revolucionaria del siglo veinte.También en eso tuvimos razón; una revolución conducida según las reglas del cricquet es unabsurdo. La política puede ser relativamente limpia en los períodos tranquilos de la historia,pero en los momentos críticos la única regla posible es la vieja norma de que el fin justificalos medios. Nosotros introdujimos un neo-maquiavelismo en este siglo; los otros, lasdictaduras contrarrevolucionarias, no han hecho más que imitarnos torpemente. Nosotroséramos neomaquiavelistas en nombre de la razón universal, y en eso residía nuestragrandeza; los otros lo hacían en nombre de un romanticismo nacionalista, y ése era suanacronismo. Por ello es, que al fin, la historia nos absolverá; pero no a ellos...A pesar de todo, estamos, por el momento, actuando y pensando a crédito. Como hemostirado por la borda todas las convenciones y reglas de una moral de cricquet, nuestro únicoprincipio-guía es el de la lógica consecuente. Estamos bajo la terrible obligación de seguirnuestro pensamiento hasta sus últimas consecuencias y de actuar de acuerdo con él.Navegamos sin lastre; por lo tanto, cada golpe en el timón es cuestión de vida o muerte.Hace poco tiempo, nuestro principal experto en cuestiones agrícolas, B..., fué fusiladocon treinta de sus colaboradores porque sostenía que el abono compuesto con nitratoartificial era superior a la potasa. El Número Uno es partidario de la potasa, porconsiguiente, B... y los otros treinta tenían que ser fusilados como saboteadores. En un paísEd. PRT – Izquierda Revolucionariahttp://www.marxismo.org/donde la agricultura está nacionalmente centralizada, la alternativa de potasa o nitrato es decapital importancia: puede decidir el resultado de la Próxima guerra. Si el Número Uno tuvorazón, la historia lo absolverá y la ejecución de los treinta y un hombres será una simplebagatela. Pero si estaba equivocado...Esto sólo es lo que importa: quién está en lo cierto de manera objetiva. Los moralistasde cricquet están agitados por un problema muy distinto: el de si B. actuaba subjetivamente debuena fe cuando recomendaba el nitrato. Si no era así, de acuerdo con la ética sustentada, B.debería ser fusilado, aunque después se comprobara, con todo, que el nitrato hubiera sidomejor. Si obraba de buena fe, hubiera debido ser absuelto y se le debería permitir quecontinuase haciendo propaganda para el empleo del nitrato, aunque después resultara que elpaís se había arruinado por ello...Esto es, desde luego, una completa estupidez. Para nosotros, la cuestión de la buena fesubjetiva no presenta ningún interés. El que se equivoca, debe pagar; el que tiene razónserá absuelto. Tal es la ley del crédito histórico; ésa era nuestra ley.La historia nos ha enseñado que con frecuencia las mentiras son más útiles que laverdad, porque el hombre es un ser perezoso y hay que guiarlo a través del desierto durantecuarenta años, antes que adelante un paso en el camino de su desarrollo. Y hay necesidad dellevarlo por el desierto con amenazas y mesas, por medio de terrores imaginarios y deimaginarios consuelos, de forma que no se siente prematuramente a descansar y se entretengaadorando becerros de oro.Nosotros aprendimos la historia de modo más completo que los otros, y nosdiferenciamos de ellos en nuestra consistencia lógica. Sabemos que las virtudes no cuentan enla historia, que los crímenes quedan sin castigo, pero también sabemos que todo error tienesus consecuencias, que se pagan hasta la séptima generación. Por consiguiente, concentramostodo nuestro esfuerzo en prevenir los errores, arrancando hasta su última raíz y destrozandola semilla. Nunca en la historia como en nuestro caso se ha concentrado en tan pocas manosun poder tan grande para actuar sobre el futuro de la humanidad. Cada idea equivocada queseguimos es un crimen contra las futuras generaciones. Por lo tanto, tuvimos necesidad decastigar las ideas equivocadas con la misma pena con que otros castigan los crímenes: con lamuerte.Fuimos tomados por locos porque seguimos cada pensamiento hasta su consecuenciafinal, y obramos de acuerdo con ello. Fuimos comparados con la Inquisición, porque, comoella, sentíamos constantemente el peso de la responsabilidad por la superindividual vidafutura, y, realmente, nos parecíamos a los grandes inquisidores en que perseguíamos lassemillas del mal no solamente en las acciones de los hombres, sino en sus pensamientos. Noadmitíamos ninguna esfera privada, ni aun dentro del cráneo del hombre. Vivíamos bajo lacoacción de continuar lo empezado hasta su conclusión final, y nuestra mente estaba cargadahasta tal punto, que la más ligera colisión ocasionaba un corto circuito mortal. Esto noscondenaba a una destrucción mutua.Ed. PRT – Izquierda Revolucionariahttp://www.marxismo.org/Yo fui uno de ellos. Yo he pensado y actuado como debla hacerlo; he destrozadopersonas a las que quería, y dado poder a otras que no me gustaban. La Historia me colocóen el puesto que tuve, y he agotado el crédito que me concedió; si acerté, no tengo nada deque arrepentirme; si cometí errores, pagaré.Pero ¿cómo se puede decidir en el presente lo que se juzgará como verdad en el futuro?Estamos haciendo el papel de profetas sin tener el don de la profecía, reemplazando la visiónpor deducciones lógicas; pero aunque todos hemos arrancado del mismo punto de partida, losresultados a que llegamos son divergentes. La prueba se opone a la prueba, y finalmentetenemos que recurrir a la fe, a una fe axiomático en la exactitud del propio razonamiento.Este es el punto crucial. Hemos tirado todo el lastre por la borda, y estamos pendientes deuna sola ancla: la fe en nosotros mismos. La geometría es la realización más pura de la razónhumana, pero los axiomas de Euclides no se pueden demostrar, y aquel que no crea en ellosve derrumbarse todo el edificio.El Número Uno tiene fe en sí mismo: rudo, lento, sombrío e inconmovible. La cadena desu ancla es la más sólida de todas. La mía se ha desgastado mucho en los últimos años...El hecho es que ya no creo en mi infalibilidad. Y por esto estoy perdido.2Al día siguiente del primer interrogatorio de Rubashov, el magistrado examinador, Ivanov, ysu colega Gletkin, estaban sentados en la cantina después de comer. Ivanov se sentía cansado yapoyaba su pierna artificial en una segunda silla; se había aflojado el cuello de su uniforme. Se sirvióun poco del vino barato que suministraba la cantina, y miró sorprendido a Gletkin, que se sentabaderecho en su silla, apretado en su uniforme almidonado que crujía a cada uno de sus movimientos.No se había quitado ni siquiera el cinturón del revólver, aunque debía estar también bastantecansado. Gletkin vació su vaso; la visible cicatriz que tenía en la cabeza afeitada había enrojecidoligeramente. Un poco más allá, otros tres oficiales estaban sentados a otra mesa, dos jugando alajedrez, y el tercero mirando.-¿Qué sucede con Rubashov? -preguntó Gletkin.-Sigue un camino equivocado contestó Ivanov-; pero como continúa tan dialéctico comosiempre, acabará por capitular.-No lo creo -repuso Gletkin.-Lo hará -dijo Ivanov-. Cuando lo haya pensado todo y alcance la conclusión lógica,capitulará. Por consiguiente, lo mejor que se puede hacer con él es dejarlo en paz. He dado ordende que le lleven papel, lápiz y cigarrillos, con el objeto de acelerar el proceso de su pensamiento.-Creo que es una equivocación -dijo Gletkin.-A ti no te es simpático -dijo Ivanov-. Creo que tuviste una escena con él hace pocos días,¿verdad?Gletkin recordó la escena de Rubashov sentado en el camastro y poniéndose el zapato sobreel calcetín agujereado.Ed. PRT – Izquierda Revolucionariahttp://www.marxismo.org/-Eso no viene al caso -dijo-. No importa su personalidad. El procedimiento es el que yoconsidero inadecuado. Nunca se entregará por esos medios.-Cuando Rubashov capitule -afirmó Ivanov-, nunca será por cobardía, sino por razonamientológico. No vale la pena emplear con él los sistemas brutales. Está hecho de un material especial, quese endurece a medida que se le golpea.-Eso sólo son palabras -dijo Gletkin-. No existe un ser humano que pueda resistir unacantidad indefinida de opresión física; nunca he visto ninguno que sea capaz de ello. La experienciame demuestra que la resistencia del sistema nervioso del hombre está limitada por la naturaleza.-No me gustaría caer en tus manos -dijo Ivanov sonriendo, pero con una pizca de inquietud-.De cualquier modo, eres una viva refutación a tu teoría.Su mirada sonriente se dirigió por espacio de un segundo a la rojiza cicatriz en el cráneo deGletkin. La historia de esa cicatriz era bien conocida. Durante la guerra civil, Gletkin cayó en manosdel enemigo, y para sacarle ciertas informaciones lo torturaron, atándole una mecha encendida en lacabeza afeitada. Pocas horas después se recapturó la posición y lo encontraron desmayado: lamecha había ardido hasta el fin: Gletkin había guardado silencio.Miró a Ivanov con sus ojos sin expresión.
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Ajiaco SI, Caldosa NO- por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal



Tanto en conversaciones como por escrito me he referido al tema y, aunque las imágenes varían, la que encabeza este texto es una de las más frecuentes. Espontáneamente. Supongo que eso ocurra así por la cotidianidad y la cubanía que encierra tal imagen que, quizás, los más jóvenes no perciban fácilmente y hasta en sus conversaciones –si es que hablan de ello– lleguen a pensar que ajiaco y caldosa son palabras y realidades sinónimas. Porque algunas analogías tienen esas realidades en nuestro lenguaje criollo cubano, pero analogía no es identidad. En ambos casos se trata de un sancocho de tubérculos, al que se añade alguna carne.En realidad, nunca había escuchado la palabra caldosa cuando yo era joven; la escuché por vez primera cuando regresé de Roma en 1963. Ajiaco, sí, y con relativa frecuencia, aunque no cotidiana.
En mi casa nos gustaba. No era comida diaria, pero cada cierto tiempo aparecía sobre la mesa del comedor. Además, desde mis tiempos universitarios, ya usábamos la palabra ajiaco en el sentido “figurado” que le confirió Don Fernando Ortiz como símil comprensible para referirse a la realidad cubana. Y Don Fernando tenía en cuenta precisamente lo que tipifica al ajiaco y lo diferencia de la caldosa. Es decir, compuesto de diversos tubérculos y carnes, integrados en el momento oportuno, no de golpe; el ajiaco requiere atención al tiempo de cocción, que varía de un componente a otro. Además, el bueno de Don Fernando daba un sentido dinámico a su imagen del ajiaco para referirse a la cultura cubana. No es un producto terminado; está en ebullición dinámica y se le añaden nuevos ingredientes y sazones, según el momento más oportuno, para conferir el sabor bueno. Se lo oí expresar así a Don Fernando en más de una ocasión. ¡Al grano, pues!
Todo parece indicar que el ajiaco es uno de los productos que los africanos inventaron en la cocina cubana; así como también en otras regiones de América, aunque el nombre más común en otros países es sancocho. Ante la imposibilidad de preparar un buen cocido ibérico, los responsables de la cocina en este lado del Atlántico, crearon el sancocho o ajiaco. El principio culinario es el mismo: tubérculos del lugar que se cocinan en un caldo elaborado a partir de diversas carnes, de fácil adquisición en el lugar. Por supuesto, ni las carnes, ni los tubérculos llevan un tiempo igual de cocción, si deseamos extraerles sus mejores sabores. Por ejemplo, un ñame requiere mucho más tiempo que un plátano maduro; un buen pedazo de carne de res o de cerdo, lleva más tiempo de cocción que las patas de una gallina.Un buen maestro de cocina sabe que preparar un ajiaco como Dios manda, requiere
atención y tiempo. En Bogotá, en casa de unos amigos que me obsequiaban con aquel almuerzo, hace muchos años, fui testigo de la preparación de un sancocho, tal y como había visto hacer el ajiaco en casa de mis abuelos y en casas de viejas familias criollas.En la elaboración de la caldosa no suelen tenerse en cuenta estas exquisiteces. Se echa todo junto en un caldero grande, se revuelven simultáneamente los ingredientes; no se habla mucho de las sazones, sólo de la sal…Y cuando todo está blando y hasta deshecho, a servir y comer. ¡La diferencia es abismal!La imagen que yo he usado con frecuencia y ha hecho fortuna, la Casa Cuba, como hogar común en el que todos los cubanos quepamos, con nuestra propia identidad, sin deshacerla; Casa que siempre estará en construcción renovadora e integradora, ecuménica; construcción sin precipitaciones, se construye paulatinamente…Es evidente que la imagen fernandina del ajiaco para expresar la identidad cultural cubana –imagen conocida desde hace muchos años –tiene más de un punto de contacto con la de la Casa Cuba. Varían los acentos, pero la intención es coincidente: reconocimiento de la pluralidad de componentes, diversidad de ritmos integratorios o ecuménicos, congregantes, etc. Vivimos tiempos de cambios, no sólo en Cuba. En los que a nosotros se refieren, no dejo de pensar ni en la Casa Cuba –no renuncio a la imagen–, ni en el ajiaco de Don Fernando. Ajiaco exigente sí; caldosa poco cuidada, no. Atención, pues, a las ollas y al fogón; que ni se nos quede crudo, ni se nos pase y se convierta en una especie de atole poco apetitoso del que en buen criollo diríamos que “no hay quien se lo meta”.
La Habana, 10 de agosto de 2010

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