Thursday, September 15, 2011

"El comunismo busca no crear mártires, te aparta con otras excusas",

"El comunismo busca no crear mártires, te aparta con otras excusas", dice el
sacerdote cubano Alberto Reyes
"En 2011, tanto cubanos como españoles tienen
miedo a ir contra lo políticamente correcto", denuncia. Contra este miedo ha
escrito "Historia de una resistencia".


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Pablo J. Ginés

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Alberto Reyes Pías, sacerdote de la diócesis de Camagüey (Cuba), no salía de su asombro aquel día de febrero de 2010 en que recibió una llamada del Partido Comunista para interesarse por su misa de las siete de la mañana.
¿La razón? ¡Había mencionado al disidente Orlando Zapata, muerto por huelga de hambre, en la mención de los difuntos de ese día!
"Orlando Zapata murió en febrero de 2010 de huelga de hambre. Los disidentes de Guáimaro me pidieron una misa. Consiste simplemente en decir su nombre durante la mención de difuntos, en una misa de diario a las siete de la mañana, a la que acudían media docena de personas. Me llamaron del Partido pidiendo explicaciones. Les dije: «Yo sólo hago mi trabajo, que incluye rezar por los difuntos que me pidan. Si ustedes me piden una misa por el Che Guevara, yo se la hago».
Es una de tantas escenas de un país surrealista, donde aún circulan eslóganes que los rusos menores de 25 años nunca han llegado a oír pero que sus padres escucharon machaconamente. En ese país parado en el tiempo es donde se despertó la vocación del padre Alberto. Su libro "Historia de una resistencia" (VozDePapel) es peculiar. Por un lado, se refiere a su resistencia contra el absurdo de un mundo sin Dios, del materialismo del régimen y sus liturgias. Por otro lado, su resistencia personal a la llamada de Dios para ser sacerdote. Alberto Reyes cree que su testimonio puede ayudar a muchos jóvenes con dudas.
Un discernimiento tortuoso
"Yo no pensé ser cura hasta los 18 años. Sentí la llamada y se parecía a un enamoramiento, una sensación que no es fácil soslayar. Yo quería ser médico, que es algo que da prestigio en Cuba. Tenía novia. Se había aprobado mi entrada en Medicina. Me enfadé con Dios, me intenté resistir a él. Un sacerdote de cuarenta y pico años me acompañaba en aquel proceso, con mucho respeto a mi libertad, sin presiones. A los tres meses se lo comenté a mi novia. Ella era una chica de fe profunda. Me dijo: "las cosas de Dios dan paz; si no tienes paz conmigo, quizá lo nuestro no es de Dios; es mejor que disciernas, no quiero estar en medio".
A los dos años admití cuenta que lo mío era vocación al sacerdocio. "Está en juego mi felicidad, ¿cual es mi sitio?", me preguntaba. El prestigio ya me daba igual. En tercer año de carrera me dije: "Dios me quiere cura, ¡pero yo no quiero!". Me decidí a entrar en el seminario. Lo veía claro racionalmente, pero afectivamente no."
Después de cuatro años de seminarista en Cuba, aún estaba enfadado con Dios y en plena crisis espiritual. "Y recibí una beca de mi obispo para estudiar en Roma; mi director espiritual, un jesuita, me lo recomendó. Mi primer año en Roma fue duro. Como tantos emigrantes, no tenía con quien desahogarme, era otro midioma, estaba lejos de mi familia, en crisis vocacional..."
Estando en España, le invitaron a un campamento de adolescentes en Navacerrada, en la sierra de Madrid. "Eran chicos de Vallecas, con historias duras, familias rotas, palizas, desatención familiar... y ahí se rompió mi resistencia contra Dios. Me dí cuenta que yo ya había dado un sí afectivo, que había dado mi corazón a Cristo".
Estudió psicologia en Comillas de 2004 a 2009; volvió a Cuba y le parecio tiempo no había pasado.
"Si te manifestabas abiertamente católico te podían acusar de proselitismo y expulsarte de la Universidad", recuerda de sus tiempos universitarios. "Pero el comunismo no quiere crear mártires, sino apartarte con otras excusas. Recuerdo a un cura espectacular, que entonces era solo estudiante de matemáticas puras. Uno comprometido con el comunismo en la Universidad dijo: "la universidad es para los revolucionarios, quien no es revolucionario no debería estar aquí". Y sus compañeros decidieron expulsarle por votación. Nadie mencionó una causa religiosa... simplemente, lo echaron el último año por petición del alumnado".
La Cuba de hoy
El padre Alberto es moderadamente optimista respecto al proceso que vive Cuba. "Hoy creo que el Gobierno tiene sincero deseo de pasar página e iniciar nueva relación con la Iglesia. El Gobierno ve que la Iglesia es una interlocutora válida para el presente y el futuro. La Iglesia ha sido intermediaria para el tema de los presos y puede serlo para más cosas. Pero no se le reconocerá toda la libertad para qaue enseñe toda su verdad".
A modo de ejemplo, toma en sus manos el "Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica" y va pasando páginas: "allí no se podría predicar nada del capítulo 3, ni la mitad del capítulo 4, y el 5, que trata de la familia... bueno, ¡la familia está desmantelada allí!"
"En Cuba dicen que se vive con F.E., que significa con "familia en el extranjero"; los salarios no dan para vivir", añade.
Eso sí, "hay mucha sed de Dios, mucha gente se acerca a la Iglesia. Ha aumentado el bautismo de niños y muchos adultos se acercan a pedir los sacramentos. La procesión con la imagen de la Virgen de la Caridad, tras 400 años de su hallazgo, tiene una respuesta muoltitudinaria. Pero los agentes de pastoral no podemos atender a la gente. Hay pueblos a los que puedes ir solo una vez al mes. Los medios de la Iglesia son precarios: ni transporte, ni templos... ¡desde la Revolución no se ha autorizado nunca la construcción de un templo, y solo recientemente nos dejan hacer reparaciones. Los cristianos se reúnen en casas".
Y está el problema de la emigración, que persistiría incluso si hubiese libertad política.
"Desde la Revolución hemos tenido emigrados y exiliados; mucho de ellos católicos. Puedes formar a líderes laicos, catequistas... y cuando pueden, se van al extranjero. Es una sangría continua. Por eso, desde España, los católicos pueden ayudar con medios: medicinas, dinero para templos, cosas de pastoral... Ayuda a la Iglesia Necesitada es de las entidades más eficaces: ellos me han ayudado con la reconstrucción de la parroquia de Esmeralda, sin mantenimiento durante 40 años. Tenemos planes pastorales: formar catequistas, dar retiros a jóvenes (requieren comida, transporte), apoyar peregrinaciones, equipamientos de proyección para pastoral, etc...
Un libro contra el miedo
En su libro, el padre Alberto, al hablar de su vocación o de la vida en Cuba en realidad apunta a un tema más común: "hablo del miedo, porque muchas cosas nos dan miedo, en España o en Cuba. Juan Pablo II, al decir "no tengáis miedo", pedía que no nos paralicemos; la sensación es inevitable, pero la parálisis de la voluntad sí puede evitarse. ¡No os dejéis paralizar, haced la voluntad de Dios! Ése es el mensaje".
Pero ¿miedo a qué?
"En 2011, tanto cubanos como españoles tienen miedo a ir contra lo políticamente correcto, contra la opinión dominante de la sociedad; después de cinco años en Europa veo que los jóvenes europeos tienen miedo. En Cuba piensan que Europa es libertad y democracia, sin miedo a decir lo que piensas y sientes, pero aquí hay jóvenes con temas muy claros en su mente y que no se atreven a decirlo: temas de moral y de fe; ¡miedo a decir soy católico, soy cristiano!; miedo a que se burlen y a ser criticado. En España hay un sector progresista que no respeta, sino que exige y grita con beligerancia contra los que piensan distinto. El video de las agresiones en la Plaza del Sol contra los peregrinos de la JMJ en Cuba sorprendería, porque el pueblo cubano nunca haría algo así; sería inconcebible. Incluso un joven comunista estándar no lo aprobaría. El pueblo tiene muy claro que el otro tiene derecho a vivir la fe y hay respeto entre personas".
"En España se pierde mucho la serenidad en el tema política y en religión; muchos no saben pasar página. ¿Quizá por frustraciones personales y sociales se expresan así? En el Camino de Santiago conocí un chico con mucha rabia, según él, ¡por las cruzadas y la Inquisición! Es evidente que su rabia era por otra cosa, que eso era una fachada".
"Y apunta a lo central de la JMJ: "el Papa Benedicto en Cuatro Vientos insistió en que los jóvenes no han de temer expresar su fe. El gran problema de Occidente es que los cristianos se avergüencen de su fe. ¡Basta de sentirnos acomplejados! No basta con la convicción intelectual ni la tradición, tiene que haber experiencia de encuentro con Jesucristo, algo vital para la persona, porque todos defendemos lo que es vital para nosotros."
Niños cristianos en la escuela comunista
En los primeros capítulos de «Historia de una resistencia», Alberto Reyes describe su infancia como niño católico en el sistema educativo cubano. «En la escuela nunca nos llamaban “cristianos”, ese era un título demasiado honroso. Nos llamaban “religiosos”, con connotación de supersticioso, de gente inferior y tontita.
La “persecución”, por llamarla de algún modo, era muy sutil. Llegaba el profesor al aula y decía: “Pónganse en pie los religiosos”». Uno se ponía en pie, y no pasaba nada excepto la incómoda sensación de muchos ojos que se te clavaban en el más absoluto silencio. Recuerdo a una chica de La Habana que, cuando tenía nueve años, la mandaron poner en pie y el profesor dijo: “Ahora todos a reírse de ésta, que es religiosa».
Todo niño que no tuviera a sus espaldas un sostén fuerte en clave de fe tenía que ser un héroe para mantenerse en la Iglesia. Con once años, yo era el único de mi edad en la comunidad cristiana del pueblo. La parroquia tenía sólo diez jóvenes, todos mayores que yo. No tuvimos otro remedio que aprender a luchar.
Lo primero era no negar nuestra fe, no esconderse para ir a misa, no ocultar nuestra identidad. Lo segundo, estudiar como descosidos. Un día, mi hermana mayor llegó a casa diciendo que la habían propuesto para ser miembro de la Juventud Comunista. Llegaron al aula preguntando públicamente la decisión de cada estudiante.
Al llegar a mi hermana, ella preguntó si un miembro de la Juventud Comunista podía ir a misa. Le dijeron que no, que eso no se podía, a lo que mi hermana respondió: «entonces no quiero». Recuerdo a mi hermana feliz y orgullosa de sí misma. Años después, cuando me tocó a mí, dije que no “porque soy cristiano”».

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