Wednesday, July 13, 2011

CON LA MISMA MONEDA: PEREZ ROQUE, POBRE EX CANCILLER


Por Adolfo Pablo Borrazá

La Habana, 30 de junio de 2011, (Prensa Democrática) ¿Qué se puede sentir cuando se tropieza en una guagua con alguien que hasta no hace mucho fue una personalidad? El ex canciller Felipe Pérez Roque, el delfín más aventajado de Fidel Castro, el hombre entendía, los pensamientos del Máximo Líder, es hoy un cubano común. ¿Cuán común? Es un pobre cubano.

Nunca imaginé que al montar aquel ómnibus Girón destartalado me encontraría con Pérez Roque. La vergüenza que noté en sus ojos cuando lo miré me ayudó a estar seguro de que no me había equivocado de persona.

El ex funcionario debe extrañar muchísimo sus días de gloria con su amigo y colega de causa, Carlos Lage. Tan fatídica fue su obsesión por la "miel del poder" que sus jefes ni siquiera le dejaron el automóvil.

Pérez Roque siempre se creyó invencible y sagrado. Solo había que verlo y escucharlo en cada discurso. Pero ahora es uno más, uno del montón. Palpa diariamente como vive la gente de abajo.

Esa que siempre despreció y engañó para respaldar a su amado jefe. Hoy es testigo de las necesidades del cubano de a pie, de las que nunca se preocupó porque se lo daban todo a cambio de hablar basura y apoyar ciegamente los designios y órdenes de los dueños de Cuba.

Debe ser duro para una persona como él, que vivió tanto tiempo en la cúpula gobernante, verse así, casi a rastras. Más eso, a ninguno de los que viajaban en el ómnibus le importó.

Si hay algo que duele más que el golpe, es la indiferencia. Pérez Roque, ahora que se mezcla resignado con el pueblo, sabe perfectamente lo que éste piensa sobre los líderes y su revolución.

Seguramente se dio cuenta que el apuntalamiento que soporta este sistema está basado en la mentira de la que él mismo fue cómplice.

Para él no hay vuelta atrás. En vez de mirar hacia abajo avergonzado, debería ser más valiente consigo mismo y pedir disculpas a la sociedad que tanto engañó. Pero sería de ilusos esperar eso.

Ninguna acción de apoyo, ningún apretón de manos por parte de los que viajábamos ni nada por el estilo, perturbó el viaje de nuestro antiguo canciller, Ese que transmitía cabalmente los pensamientos del Líder Máximo.

El ostracismo al que fue destinado por sus jefes y la apatía mostrada en veinte minutos de viaje por una docena de pasajeros, le enseñó al pobre canciller que nadie en este mundo es todopoderoso

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