Sunday, December 26, 2010

El exiliado

El cubano exiliado nunca desmiente o calla su experiencia para inventarse otra. El esta dispuesto a luchar contra el comunismo y sus aliados, hasta la muerte, por cualquier camino, a cada paso, en cada oportunidad; a flor de labio o bajo el azote secuaz de su enemigo . El exiliado lleva el corazon -de la historia viva- en el pecho junto a sus heridas ante el espejo del tiempo para nunca despedirse del dolor suyo o el ajeno. El no emigra el alma. El no muere en el silencio ni muda su lengua.

El que callo por miedo alla, y aca lo saca de su pecho para siempre y lo desprecia: exiliado es, a diferencia de aquel que lo mismo calla aqui, alla y aculla: el tipico pusilanime, oportunista y vividor, que aprendio a taparse la boca para conservar sus dientes. Ese odia ser exiliado y se suma al verdugo.

El exiliado no renuncia ni reniega su procedencia, no se desvanece, no ayuda al victimario. El mira con el corazon de la historia sin temblarle la mirada, sin vendas ni tapujos, el ve y se deja ver, no oculta nada a si mismo. El procura, discierne, vigila, defiende, mientras los demas inventan, resuelven, justifican. ?No nos dice el proverbio que ve mas el que esta afuera que el de adentro? Cuanto mas puede ver el que se mantiene en ambos lados. ?no es acaso suficiente los ojos del tiempo para ver las cosas como son?

El verdadero exiliado se rebela, sale a la calle: marcha, grita, llora, vocifera. No necita diccionarios para definir su enciclopedia ni teatros para presentar su obra. Hace lo mismo en una esquina, en un semaforo o en medio de una carretera, en una cafeteria, un restaurante, un salon de espera, como en un cine, un concierto, un periodico, una estacion de radio, un canal de television y una reunion academica; lo mismo parado que sentado, comiendo o bebiendo, despierto o dormido. El exiliado es intrasigente como Marti y bueno como Varela.

El exiliado nunca se da por vencido, ni la derrota misma puede cambiarle su condicion. El sabe que al final del camino, cuando se cierren sus ojos y su boca calle, su eco retumbara las montanas del tiempo como una dulce campana de esperanza.

El vive para morir antes de vivir muerto.

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