José A. Friedl Zapata
Como lo había mencionado en columnas anteriores, el papa Francisco es evidentemente un típico representante del populismo mundial, antisistema, con una visión muy antigua y maniquea de la sociedad; y que no contempla, es más, desprecia los intereses de la clase media. Es un hombre de formación peronista y en su simplista visión solo conviven y luchan una oligarquía descristianizada y un pobre pueblo cristiano. Bergoglio es un papa politizado con una agenda ideológica sin rastros liberales ni modernos. En sus discursos muy pocas veces habla de libertad, democracia o del individuo. Su pensamiento político está empapado en un antiliberalismo que ya es visceral, y así lo demostró en sus dos encíclicas Evangelii gaudium y Laudato si.
El historiador italiano Loris Zanatta, se tomó el trabajo de analizar los discursos que pronunció el papa en sus innumerables viajes por África, Estados Unidos, Cuba y Latinoamérica y encontró sugestivos y valiosos datos. Bergoglio mencionó 356 veces la palabra “pueblo”, solo 10 veces la palabra “democracia”, 14 veces el término “individuo” y 76 veces la palabra “libertad”. Esta última la pronunció ante todo en Estados Unidos, porque sabe muy bien que este concepto estáíntimamente relacionado a la historia del pueblo estadounidense.
El mejor ejemplo del accionar político de Bergoglio y su verdadero rostro lo encontraremos en su actuación política en su país natal. Allí, abiertamente se inmiscuye en su política interna, tratando de malograr el programa político renovador del equipo del presidente Mauricio Macri. Al papa le cuesta aceptar que los argentinos hayan elegido democráticamente a un gobierno que no es populista, y para luchar en su contra y torpedearlo se ha aliado con políticos, jueces, intelectuales, periodistas que forman una mafia de lo más corrupta imaginable, liderada, obviamente, por la expresidenta de la Nación, la personificación de la corrupción que, de acuerdo a los últimos datos, ha estafado al Estado en 110 mil millones de dólares y a quien el papa considera su amiga, habiéndola recibido seis veces en el Vaticano. Estos círculos corruptos son los mismos que viajan constantemente al Vaticano para besarle el anillo al papa, para oír sus comentarios y directivas, y son los mismos que años atrás lo acusaban de haber colaborado con la dictadura militar argentina.
Mencionemos solo casos ejemplares recientes de esta connivencia, como el de Hebe de Bonafini, la dirigente más importante y más intolerante de la organización de las Madres de la Plaza de Mayo, quien no ha hecho más que sembrar el odio y la división en su país y que años atrás se refería a Bergoglio, definiéndolo como un fascista. Otro nefasto personaje de confianza de Bergoglio es el exsecretario de Comercio Guillermo Moreno, investigado actualmente por la justicia por corrupción; un verdadero vulgar matón que recibía a sus interlocutores con un revolver en su escritorio y al que el papa le escribirá un prólogo para un libro que tiene en preparación. Y, por último, mencionemos el otro allegado directo a Bergoglio que funge como mensajero entre el Vaticano y Buenos Aires, el diputado Gustavo Vera que es considerado como un personaje siniestro, relacionado desde hace años con el corrupto y delincuencial Servicio Secreto argentino.
Todo esto ha hecho que gran parte de los fieles en su país se sientan defraudados, engañados por su accionar político, también muchos de los católicos practicantes que forman parte del equipo político de Macri. La diputada Elisa Carrió, estrecha colaboradora de Macri, se ha hecho portavoz de la frustración del gobierno con Bergoglio y declara abiertamente que “el papa no ayuda a pacificar a la Argentina y empodera a los violentos y corruptos”.
El evidente aumento del encono de Bergoglio contra el gobierno liberal de Macri se acentuó aún más con la exitosa visita de Barack Obama a la Argentina, pues el presidente de Estados Unidos insinuó que Macri bien podría ser en el futuro un líder latinoamericano, porque cuenta con las cualidades para ello.
Tal vez solo un milagro, de esos que ocurren en países raros y contradictorios como la Argentina, hará que el papa cambie su actitud beligerante y salga de su laberinto populista. Recemos por ello, y si no estamos acostumbrados a hacerlo, recordemos la cita de Hipócrates: “Si no puedes hacer las cosas bien, por lo menos no hagas daño”.
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