...........A pesar de los sangrientos fracasos de los procesos socialistas, a Garmendia y a tantos otros contemporáneos suyos de izquierda les quedaba un último bastión de optimismo y resistencia: la revolución cubana. Sin embargo, su gradual estrago no ha dejado espacio para el optimismo. En sus años finales, Salvador Garmendia se expresó acerca del éxodo cubano con un contundente análisis que en nuestro tiempo recobra una estremecedora actualidad, al leerlo parece que asistiéramos tardíamente a las predicciones de un cruel oráculo: “Ocurre lo mismo que ocurrió en otros regímenes socialistas. El país se mineraliza, se estanca. Escasean los alimentos, la vivienda, el vestido, la gente sobrevive rodeada de restricciones, sin alicientes, sin futuro. El estado aprieta cada vez más las tuercas, se le exige más al ciudadano y se le da menos. La gente comienza a fatigarse de las promesas: en el próximo plan quinquenal tendremos más ropa, más apartamentos; y la ropa no llega, ni llegan los apartamentos; las vitrinas están vacías, el país está detenido”.
Ha pasado casi un siglo en intentos de lograr la felicidad totalitaria y parece que de los errores no aprendemos, somos una eterna reincidencia. La conseja popular advierte que nadie aprende por cabeza ajena. Probablemente sea cierto, pero ojalá la duda siempre nos habite para restarle espacios a los fundamentalismos absolutos.
Qué pasa cuando el hombre deja de soportar el sistema, cuando lo ha atosigado de una manera que siente que su vida peligra, ese hombre comienza a dudar y su ideología se desmorona. Carolina Lozada nos coloca como ejemplo a...
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