por Esteban Fernández
QUASIMODO CUMPLE 88 AÑOS
El 13 de agosto es el cumpleaños 88 de Fidel Castro. Llega a esa edad luciendo un espantapájaros, un chicle masticado, un esperpento, un dinosaurio. La pregunta muy fácil de responder es ¿quién está más desguabinado: usted y yo y todas las personas que conocemos o Fidel Castro? Les juro que hasta nuestros muertos, a la hora de morír, lucían mejor que él.
Claro que el mayor triunfo en nuestras vidas fuera haber derrocado a Castro hace 55 años. Que Ramón Barquín hubiera dado la orden de bombardearlo durante su desfile por la Carretera Central. Es más, lo ideal hubiera sido que lo hubieran condenado a muerte después del Moncada o que Ignacio, el hijo de Crescencio Pérez, le hubiera dado un balazo en la cabeza a su arribo en la Sierra Maestra. Debió haberse caído del poder en abril del 61 o en octubre del 62. Mejor aún, que Lina lo hubiera abortado en 1926. Sí, se hubiera salvado a Cuba pero, al mismo tiempo, no estaría sufriendo el ridículo actual donde hasta aquel JOROBADO DE NOTRE DAME LUCÍA MEJOR QUE ÉL. Fidel Castro es el nuevo contrahecho de Nuestra Señora de París con el corazón podrido de Stalin y la perversidad de Mao Tse-tung .
Hoy en día es un adefesio, un mamarracho grotesco y hazmerreír de 11 millones de compatriotas. Porque la verdad es que “de aquel Castro que un día fue” ya no queda ni su sombra. Observe usted que es un hombre que no puede ni reírse. ¿Qué tiempo hace que nadie escucha a Castro lanzar una carcajada? Inclusive hasta sus sonrisas son una especie de muecas diabólicas.
Y ¿eso es natural debido a su avanzada edad? Eso es incierto porque yo vivo rodeado y hablo con ellos todos los días con un montón de felices viejos cubanos. Ancianos que ríen, que hacen chistes, que hablan con orgullo de sus hijos, de sus nietos, de sus triunfos honestos en la vida. Mientras a Castro -políticamente- no le queda ni “donde amarrar la chiva”.
No es más que un ladrón que -por haber usurpado el capital y por la miseria en que ha sumido a sus conciudadanos- tiene que ocultar sus millones, los niega, se indigna (en realidad vive indignado con todo) cuando alguien fuera y dentro de sus predios menciona su fortuna. Dicen que vive como un rey, pero es un rey zarrapastroso, mal vestido, mal encarado, acompañado por una vieja bruja, fea, desgarbada y malvada. Sí, vive con Dalia y varios hijos y también evita demostrarles un solo gesto de afecto. No puede, ni sabe, ni quiere dar muestras de orgullo ni cariño por su familia. Todas las barbaridades y crímenes realizados se les reflejan en la cara, en las garras y en la fígura.
¿Se acuerdan ustedes de aquel Fidel con tremendo tabacón en la boca, con dos relojes en la muñeca, dando zancadas, lanzando encendidos discursos de cinco horas de duración? Eso nada más que está en la memoria de algunos. Ni él mismo ya se acuerda de eso. Lo llamaban “El Caballo” y todavía me incomoda aquel estribillo que entonaban los fidelistas de “¡Somos socialistas lo dijo EL CABALLO! ” Pero en la actualidad de aquel percherón no queda nada. En realidad ni penco es. Para mí que está a punto de ser tasajo de vaca tuberculosa. Medía más de seis pies y hoy mide menos de cinco. Es como si la tierra lo estuviera llamando.
Debe ser desesperante para el tirano, con su gran ego, verse en las condiciones mentales y físicas actuales. Nada más decepcionante para sus seguidores que ya no poder verlo ni encaramarse con tropiezos a una tribuna ni lograr hilvanar una sencilla frase. Créanme que un niño de ocho años, o un guajiro analfabeto, pueden hacerlo mejor que este hombre que hoy en día es un manojo de confusiones. Está totalmente inepto para sostener una polémica o un careo con un pionero ni con un "Camilito". En un país libre no pudiera trabajar ni de senil palanganero en un prostíbulo.
La última vez que se atrevió a presentarse en público -hace ya bastante tiempo- andaba totalmente confundido con las líneas y papeles que estaba tratando de leer, enredado en el párrafo que debía pronunciar, molesto, incómodo con el mismo, con su vida y con su decadencia. Mientras sus guatacas lucían aburridos, bostezando y avergonzados de aquel guiñapo inhumano. El nieto lo tenía agarrado por un brazo evitando que se desparramara por todo el piso.
¡Qué gran alegría que lo hubiéramos derrocado! ¡ Cuantos muertos nos hubiéramos evitado! pero durante este agosto de 2014 estuviéramos viendo a los fidelistas en Cuba y en el mundo entero recordándolo y exhibiendo (como sí hubiera sido ayer) aquella foto de él, fornido, encaramado en un tanque junto a su perro sabueso José Abrahantes. Hoy en día necesita 12 ayudantes para subirlo en su silla de ruedas. Actualmente lo que necesita diariamente es ponerse pañales. Cada dos horas hay que cambiárselos llenos de desperdicios inhumanos. La peor ofensa para Castro hoy día no es tirarle desde un avión una bomba en Punto Cero sino un paquete de “pampers” porque al que le decían "bola de churre" hoy es "bola de excrementos"...
Las pocos veces que lo hemos visto últimamente por la televisión nos viene a la mente Alberto Garrido cuando decía: "¡Esto da'aco!", Sí, da asco, repugnancia, ganas de vomitar. La degradación de este monstruo es de monumentales proporciones. En un leprosorio los pacientes lucen mejor que él. Termina su vida siendo un renacuajo, un redomado mentiroso, asesino, desmadrado, traidor, cobarde y destructor de una bella nación. Al cumplir 88 años un papel higiénico usado tiene más valor que él.
En realidad lo único que le queda, y que lo mantiene vivo es la negativa del Diablo por aceptarlo a su lado. Además tiene un equipo de médicos que a base de no sé que drogas logran sacarlo a orearse cada seis meses por unas cuantas horas. Estamos disfrutando de verlo muerto en vida.
Sinceramente vivo convencido de que Satanás, a pesar de que Fidel Castro es su elegido y preferido discípulo en la Tierra, piensa: "¡Si el degenerado este viene aquí me va poner esto más malo que lo que está, ese es mil veces peor que yo, que se queme en su propia hoguera, llévatelo viento de sangre!"
Y creo que ya lo dije una vez: Estoy 100% de acuerdo con Miriam Gómez la viuda de Guillermo Cabrera Infante cuando dijo: "¡Ahora que no se muera, que sufra!"
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