Sunday, October 25, 2009

Paradigma de Orfeo en los premios Principe de Asturias 2009

Una nota:
Este escritor Albanes, quien sufriera las garras del comunismo, hace una excelente disertacion entre sus dos mundos: el del arte, y el real. Ciertamente Kadare habla de la mezcla de la verdad y la no verdad (mentira) entre ambos mundos, lo que me motiva a reflexionar y a senalar con este comentario es que en los mismos salones en donde recibiera el premio Principe de Asturias el escritor albanes, el contraste de esos dos mundos se hace evidente en las intervenciones del alcalde de Alemania Klaus Wowereit , la del Rector de la Universidad Autonoma, Jose Ramon Narro y la del Principe de Asturias, Felipe Borbon .
El Principe de Borbon, en su comentario acerca del escritor albanes, dice los siguiente
"Al concederle este Premio, no solo reconocemos a uno de los escritores europeos más importantes de nuestro tiempo, sino a quien ha sido capaz de preservar y realzar la belleza de la lengua de su país, Albania, y elaborar desde ella una obra de resonancias universales, escrita en su mayor parte en un clima de intolerancia y autoritarismo extremos, en la que brilla una crítica al totalitarismo y a sus mecanismos más perversos. Un canto incesante a la tolerancia y a la libertad, aunque a menudo haya tenido que ser formulado mediante alegorías, rescatando viejas leyendas, a fin de sortear censuras y dificultades que parecían insalvables".

Muy bien, pero, ?como el principe explica lo que dice luego acerca del premio que recibiera la Universidad Nacional Autonoma de Mexico, hablando de los mismos comunistas republicanos del "autoritarismo de mecanismos perversos" que huyeron al continente americano y estuvieron al servicio del Comintern Sovietico, propagando el crimen, la opresion y las conspiraciones a favor de la ideologia mas perversa en la historia del hombre? Veamos lo que dice el Principe:
"Por otra parte, en España nunca podremos olvidar la enorme generosidad de la UNAM con muchos de nuestros compatriotas, mujeres y hombres que, tras la Guerra Civil, se vieron obligados a exiliarse a tierras americanas en condiciones difíciles y amargas. Les ofreció sus aulas, sus publicaciones, sus institutos de investigación y toda clase de ayudas que contribuyeron a que estos "españoles del éxodo y el llanto", como los llamó uno de ellos, pudieran rehacer sus vidas con dignidad e incluso aportar no poco prestigio y brillo académico a la propia Universidad".
?Como puede una mentira entrelazarse con una verdad? Esos mismos comunistas republicanos que en la recien fundada Universidad de Santiago de Cuba fueron los autores intelectuales del regimen criminal que impera aun en Cuba por medio siglo. ?No lo sabe el principe? !Ah!, pero en el mundo real, como en el arte, estas mentiras se cruzan de brazos. Y para el colmo, el alcalde de Berlin, en vez de hablar de los crimenes comunistas, solo habla de los crimenes de Hitler contra los Judios. !Por Dios! Y luego, para rematar la infamia, el rector de la UNAM le da gracia a Espana por los comunistas republicanos que llegaron a Mexico. Como todo en el mundo, hay artes, que prestada al servicio del exterminio, son detestables. Hitler tuvo sus artistas, pero para ellos la ignominia, merecidamente, pero a los comunistas, que se lo merecen por doble, la admiracion y la gratitud. El mismo paradigma de Orfeo en los salones del Principe de Asturias

Ceremonia de entrega de los
Premios Príncipe de Asturias 2009

INTERVENCIÓN DEL
SR. ISMAÍL KADARÉ

Premio Príncipe de Asturias de las Letras

Oviedo, 23 de octubre de 2009Constituye una especial satisfacción para mí estar presente hoy aquí y tomar la palabra en esta sala. La satisfacción es doble pues todo esto sucede a causa de la literatura, universo al que yo pertenezco.

Ha habido y continúa habiendo dos ideas radicalmente contrarias acerca de la literatura. Una, antigua, un tanto ingenua, creía que la literatura, como el resto de las artes, era capaz de producir milagros para el mundo; la otra idea, moderna, por consiguiente en modo alguno ingenua, que la literatura y el arte no sirven a nadie excepto a sí mismas.

En estas dos ideas, la verdad y la no verdad se encuentran mezcladas. No obstante, como hombre del arte que soy, yo me inclino a creer en milagros.

Existe un modelo para este paradigma: el mito de Orfeo. Se lo ha considerado, con razón, el mito más misterioso de la humanidad. Su esencia está relacionada con las potestades del arte. Orfeo consiguió con el suyo cosas increíbles y, si bien no alcanzó a trasponer el muro de la muerte, se aproximó a lo imposible más que ningún otro.

He aludido al famoso mito para llegar a otro milagro mucho más vulgar en apariencia, aunque de la misma naturaleza. Hace veinte años, en mi país comunista, si alguien le hubiera sugerido a alguien la posibilidad de que, un día, un escritor albanés recibiría un premio en España, para mayor abundamiento entregado por el príncipe heredero, ese alguien habría sido de inmediato calificado de loco, lo habrían encadenado y conducido al manicomio. Y este habría sido el menor de los males. De acuerdo con una segunda versión, ese alguien acabaría en el juzgado y torturado como un peligroso complotador.

Tal vez os pueda parecer un tanto dramatizado este pronóstico, pero lo explicaré.

Albania, mi país, y el vuestro, España, excepto una breve amistad en el siglo XV, no tuvieron nunca la menor relación. Aunque la ruptura completa se produjo el siglo pasado, cuando mi país comunista, distinguido en cuestión de ruptura de relaciones (esa fue, por así decirlo, su especialidad), cortó todo vínculo con España.

Pero, como todo en este mundo, también el milagro de la literatura posee una tradición. En el tiempo glacial del que hablaba más arriba, cuando entre mi país y España no iba ni venía nadie, un caballero solitario, despreciando las leyes del mundo, cruzaba cuantas veces se le antojaba la frontera infranqueable. Ya imaginaréis a quien me refiero: a Don Quijote.

Fue el único al que no consiguió detener aquel régimen comunista, para el que la cosa más fácil del mundo era precisamente detener, prohibir. Don Quijote, ya como libro ya como personaje vivo, era tan popular en Albania como si lo hubiera engendrado ella misma.

Alguno podría encontrar la siguiente explicación para esta paradoja: Don Quijote estaba loco, y no menos loco estaba el Estado albanés, de modo que resulta lógico que los dos locos se entendieran. Al tiempo que pido excusas por comparar la noble enajenación de Don Quijote con la perversa insania de mi Estado, permitidme que os diga que no fue así y que el paralelismo está relacionado con otro fenómeno.
He hecho esta larga introducción para llegar al tema principal de mi breve discurso: la independencia de la literatura. Don Quijote traspasaba la frontera albanesa porque era, entre otras cosas, independiente. Cuando un escritor albanés, por una obra escrita principalmente en un territorio y un tiempo comunistas, viene a recoger un premio de un reino occidental, eso sucede porque la literatura es, por su propia naturaleza, independiente.

El debate es antiguo. Ha sido y tal vez continúa siendo la principal inquietud de ese arte. A diferencia de la independencia de los Estados, la de la literatura es global. De ahí que también su defensa lo sea: global.

Eso no la torna más fácil. Por el contrario.

La independencia de la literatura y las artes es un proceso en desarrollo. Resulta difícil que nuestra mente capte sus verdaderas proporciones. Acostumbrados a la independencia referida principalmente a los Estados, las naciones e incluso los individuos humanos, encontramos dificultades para llegar más lejos. Llegar más lejos significa comprender que la no dependencia del arte no es cuestión de lujo, un deseo de perfeccionar el arte mismo. Es un condicionante objetivo, es decir obligado. De lo contrario, ese universo paralelo no se sostendría en pie. Hace tiempo que se hubiera derrumbado.

La concepción, como decía, es antigua. También es de antiguo conocida la expresión “república de las letras”. La inclinación a ver la literatura, por supuesto como un mundo espiritual, pero asimismo con atributos materiales: espacio, tiempo, movimiento, es de sobra conocida, aunque eso no basta. La aceptamos como un mundo paralelo referencial pero, cuando llega la hora de alcanzar una visión completa de ella, a nuestra mente estrecha, conformista, se le plantean problemas para aceptar el paralelismo, la verdadera independencia por tanto. Decimos independiente y de inmediato nuestro viejo instinto nos empuja a lo contrario.

No somos capaces de evitar la idea de que el arte, si bien puede no depender de los Estados, las doctrinas, la moda, depende sin embargo de algo. Y enseguida pensamos en nuestro mundo real, dicho de otro modo en nuestra propia vida. La idea de que la literatura depende de la vida es ya casi oficial a nivel planetario.

Yo plantearía una pregunta que ya en sí misma resulta herética: ¿es esto verdad? La respuesta, por el momento, necesariamente ha de ser de doble sentido: no puede descartarse que el arte mantenga vínculos con la vida, aunque sólo parcialmente.

Permitidme que, en la parte final de mi discurso, explique muy brevemente esta medio herejía.

Una vez aceptamos que el de la literatura y las artes es un mundo paralelo, referencial, ya hemos admitido también que es un mundo rival. Y en consecuencia, dado que la rivalidad conduce de forma habitual al conflicto, lo queramos o no habremos de admitir que entre esos dos mundos, el de la vida y el del arte, habrá conflicto.

Y conflicto hay. En ocasiones declarado, otras velado. El mundo real posee sus propias armas contra el arte en ese enfrentamiento: la censura, las doctrinas, las cárceles.

Así como también el arte dispone de sus medios, sus fortalezas, sus herramientas, en fin sus armas, la mayor parte secretas.

El mundo real resulta ser a veces implacable, despiadado.

Un poeta romántico alemán imaginaba los tercetos de Dante Alighieri unas veces como picas amenazadoras y otras como instrumentos de tortura para las conciencias atormentadas por el crimen.

Pero el combate entre los dos mundos es más complicado de lo que parece.

El mismo poeta alemán insistió en que algunos han fatigado al arte con su enemistad y otros con su cariño. Por paradójico que parezca, son numerosos aquellos que lo hostigan justamente cuando creen que lo aman.

Como puede verse, la independencia de la literatura y del arte se torna cada vez más difícil.

No obstante, nosotros los escritores estamos convencidos de que el arte no alzará nunca la bandera de la capitulación.

Ya que he mencionado esta entristecedora palabra, creo que debo regresar de nuevo a la visión de los dos mundos situados frente a frente a la espera de una victoria: la del mundo real o la del arte.

Desde luego, existen muchas diferencias entre ellos, pero hay una de dimensión colosal que se sitúa por encima de todas las demás. Es la siguiente: mientras que, en su conflicto con el arte, el mundo real llega a tal extremo de furor como para precipitarse a destruirlo, en ningún caso, lo repito, en ningún caso la literatura y el arte atacan al mundo real con intención de dañarlo, sino que, por el contrario, pugnan por tornarlo más bello, más habitable.

Es una diferencia absoluta entre ambos. Y en tal caso esa diferencia no viene a constituir sino la más sublime confirmación de la verdadera independencia del arte.


Gracias.

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