A las cinco de la mañana, el régimen echó abajo la casa de Lidia Arrazola, una mujer soltera con tres hijos que vivía cerca del Santuario. Otros vecinos están amenazados.
Al despertarse este jueves, Lidia Arrazola había perdido lo que quedaba de su casa. Las paredes y algunos enseres domésticos, únicos testigos de la demolición ordenada por el Gobierno, desaparecieron en la madrugada, mientras ella y sus tres hijos se guarecían de la lluvia en la casa de un vecino.
El desalojo de personas es el lado más oscuro de la visita papal, que parece cebarse con los más pobres a ambos lados del camino hacia el Santuario de la Caridad del Cobre.
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